En ese momento, reinaba el silencio.
Una joven figura, bajo la mirada atenta de la multitud y como un general victorioso regresando de la batalla, exudaba un aura de nitidez mientras ascendía los escalones con las manos entrelazadas detrás de su espalda.
Luego, tan tranquilo como un paseo en un patio, ascendió con pasos medidos.
¡En un instante, todo quedó inmóvil!
Sorpresa, curiosidad, impacto, miedo, desdén... una mezcla de emociones revoloteaban en las miles de miradas que caían sobre él.
Cada paso golpeaba los corazones de los espectadores, enviando temblores a través de sus espíritus, y con cada paso, su ímpetu subía más y más alto.
Si el debajo del escenario era una espada tesoro oculta en su vaina, entonces el que se encontraba en la plataforma era como una espada mortal que había cobrado innumerables vidas, mostrando sin dudar su nitidez para que el mundo la viera.
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