Al día siguiente, Lux fue despertado por un chillido estridente que sonaba como si viniera de un cerdo a punto de ser sacrificado.
Originalmente, planeó ignorarlo, pero por alguna razón, el chillido le sonaba muy familiar.
—¿No puede ser posible, verdad? —murmuró Lux mientras se levantaba de la cama y se estiraba un poco. Sin embargo, el chillido solo se hacía más fuerte a medida que pasaban los minutos, haciendo que frunciera el ceño.
Movido por la curiosidad, Lux salió de su tienda y fue hacia el lugar de donde provenían los chillidos.
Fue entonces cuando vio una escena inesperada que le hizo preguntarse si aún estaba soñando.
Cai, el descarado jabalí, estaba atado y colgado boca abajo sobre una fogata abierta. Frente a la hoguera había una joven, con cabello que solo le llegaba hasta los hombros.
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