Gabriel no se sentía cómodo con cómo se comportaba Lira. No solo no se resistía, sino que tampoco mostraba ninguna preocupación. Estaba demasiado tranquila.
Gabriel no quiso correr más riesgos.
Su lanza se disparó hacia adelante, empalando la garganta de Lira.
Lira levantó la cabeza, mirando directamente a los ojos de Gabriel. Sus ojos todavía no revelaban ni un atisbo de miedo. Era como si ni siquiera sintiera el dolor. En cambio, había un rastro de sonrisa mientras el cuerpo de Lira desaparecía justo en torno a la oscura lanza.
Al mismo tiempo, a miles de kilómetros de distancia, Lira cayó al suelo, respirando pesadamente. Su rostro estaba pálido como la nieve y su cuerpo débil. Sus labios estaban sangrando como si hubiera estado mordiéndolos para evitar caer inconsciente.
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