—Jajaja. ¿Quemar toda la sierra? —Una risa provenía del interior de la Iglesia de la Invocación—. Apreciaría que no me tergiversaras, anciano. Jamás diría algo así.
La voz estaba llena del extraño poder de las leyes naturales. No se usaba magia, pero los alrededores comenzaron a tornarse más cálidos a medida que resonaban los pasos.
—¿Ah, sí? Entonces, ¿qué dijiste? —Avilia preguntó, dándose cuenta de a quién pertenecía esa voz. Recordaba haberse encontrado con esta persona unas cuantas veces... El Santo Sacerdote de las Llamas, considerado también uno de los cuatro más fuertes.
Era evidente que su gente no mentía. Esta persona había llegado aquí personalmente... El hombre cuya arrogancia no conocía límites. Sin embargo, también tenía suficiente habilidad para respaldar esa arrogancia con fuerza.
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