El polvo de las cenizas de Delgron aún flotaba en el aire cuando la mirada de Azrakthar se volvió hacia el lugar donde el Quinto Gran Demonio había estado una vez.
La desesperación que había tratado de ocultar con tanta habilidad ahora se desbordaba en su expresión, una mezcla de incredulidad y miedo.
—No... no puede ser... —susurró Azrakthar, con las manos temblando incontrolablemente. Intentó liberarse, pero sus piernas estaban atrapadas por los pies de Cephal. Así, el rugido de ira que había llenado el lugar dio paso a un silencio tenso, roto únicamente por el suave sonido de las cenizas de Delgron asentándose en el suelo.
Kaizen, por su parte, permaneció imperturbable. Su mirada todavía fija en el área donde Delgron había desaparecido, como si buscara algo más allá de lo visible.
Aún sujetando a Azrakthar, Cephal observaba toda la escena con una ceja arqueada, ligeramente sorprendido de que Kaizen hubiera logrado literalmente convertir el cuerpo de Delgron en polvo.
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