Abriéndose camino hacia el cuarto piso, el criado aún caminaba un paso detrás de Astaroth, quien básicamente avanzaba a ciegas, con su voz como un GPS, indicándole cuándo girar y en qué dirección. Cada vez que él dejaba de caminar, ella también lo hacía, y si él se giraba para enfrentarla, ella se inclinaba repentinamente, manteniendo sus ojos más bajos que los de él en todo momento.
A Astaroth no le gustaba este tipo de comportamiento, y no se sentía cómodo siendo tratado como un noble afectado. Su mundo había dejado atrás esa división, excepto en países que insistían en mantener la nobleza.
Se detuvo en la parte superior de las escaleras, esperando a que ella se detuviera detrás de él. Una vez que él no pudo oír más sus pasos, se giró de nuevo.
La criada se inclinó inmediatamente.
—Muy bien, basta —su brusquedad hizo que la joven criada se sobresaltara, pensando que estaba en problemas.
—¿Ha visto suficiente del palacio, señoría? —preguntó ella, tratando de descubrir su error.
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