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—Padre, dejaré a mis hombres bajo tu cuidado por el momento.
Cuando Abadón expresó su decisión, todos tardaron un momento en comprender lo que acababa de decir.
Pero en un abrir y cerrar de ojos, todos se volvieron hacia Asmodeo y esperaron su respuesta.
Desafortunadamente, el nefilim parecía no querer saber nada al respecto.
—¿Hmm? ¿Por qué tengo que hacer algo tan tedioso? —Odiaba entrenar reclutas, y nunca le había resultado interesante.
Es por eso que siempre delegaba este tipo de cosas a sus nueve tenientes mientras él se iba a jugar con mujeres.
—¿Tenías algo mejor que hacer? —preguntó Abadón con irritación.
—No, pero seguramente puedo encontrar algo.
Abadón rodó los ojos y de repente se vio invadido por el impulso de golpear a su padre.
Si pedirlo directamente no iba a funcionar, decidió intentar con el halago.
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