La puerta del dormitorio se abrió, pero la cama estaba vacía.
John levantó una ceja y de repente sintió una ráfaga de perfume proveniente de detrás de él. Al segundo siguiente, un cuerpo suave se presionaba firmemente contra su espalda.
—¿Despertaste? ¿Cómo va tu resfriado? —preguntó John con una risa ligera.
Una voz coqueta provenía de detrás:
—Estoy mucho mejor ahora, ya no me duele la cabeza. Johnny, lo siento mucho. ¿Te causé algún problema? —dijo Emma con una expresión abatida.
John se giró y respondió seriamente con una cara solemne:
—Tonta, recuerda, no vuelvas a decir eso. Para un hombre, cualquier problema que resuelva por su mujer no es problema en absoluto. Y esta vez, no fue tu culpa en absoluto.
Emma frunció los labios rojos y murmuró suavemente:
—Pero me siento tan culpable. No puedo ayudarte en nada, y siempre te causo problemas. Fue igual la última vez en el centro comercial, y es lo mismo esta vez...
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