Elisa no podía creer a quien había visto. Era Mila, sus ojos no la engañaban. Al principio, Elisa dudó de lo que veía. Se preguntaba si esa era otra apariencia de los hechiceros oscuros solo para darse cuenta de que era la verdad. Por mucho que dudara de sus ojos, la verdad estaba ante ella, clara como la luna sangrienta sobre ellos.
—¿Por qué? —fueron las únicas palabras que Elisa pudo preguntar mientras miraba a Mila, a quien Ian tenía sujetada del cuello contra el pilar.
Mila no parpadeó ante la expresión de Elisa como si lo hubiera esperado.
—Él —respondió y Elisa sacudió la cabeza.
—No entiendo... —Elisa avanzó. Como una niña a quien acababan de destruir su deseo frente a sus ojos, Elisa estaba marcada por la tristeza y el shock. —¿Qué quieres decir, Mila?
Mila cerró los ojos una vez, abriéndolos para mostrar la misma expresión desolada.
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