—¿Dónde está ella, la Princesa? ¿La ocultaste en algún lugar después de prender fuego a toda esa montaña? Quiero saber si esta vez has matado a tu propia hija de verdad. Quiero saber si todavía eres el mismo padre desalmado que querría matar a su propio hijo recién nacido.
Sus palabras no le afectaron.
—¿Cálmate, Shanel?
—¿Que me calme? ¿Ja? ¿Esperas que me calme cuando no quieres nada más que matar a esa chica inocente? Ella estaba lejos de aquí y vivía escondida. ¿Por qué... Por qué tienes que ceder a las peticiones de tus ministros y tu pueblo y aceptar matar a tu propia hija? ¿Cómo puedes ser tan insensible? Ella es una princesa, pero ni siquiera tiene un nombre o apellido de familia. Era como nadie, viviendo peor que un animal salvaje. ¿Cómo puedes... cómo puedes no sentir ni un poco de lástima por ella? ¿Cómo puedes no preocuparte por tu propia hija? —Su voz era fuerte y colérica, que resonaba en aquel amplio estudio.
—Shanel...
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