Al día siguiente, Li Xue se sentía fresca y llena de energía. Abrazar su pequeño osito de peluche en sus brazos era suficiente para hacer desaparecer todo su cansancio. Al levantarse de la cama, rápidamente se dispuso a preparar todo para su hija y para el día.
—¡Li Wei! —llamó y luego acarició ligeramente la cabeza de la niña para despertarla.
—¡Buenos días, Mamá! ¡A despertarse y a brillar! —saludó la pequeña Li Wei, frotándose suavemente los ojos somnolientos. Ya se le había hecho saber la hora de dormir y de despertarse temprano por la mañana, así que, sin mostrar pereza alguna, la niña estaba lista para salir de la cama.
—¡A despertarse y a brillar, cariño! —saludó también la madre y luego le dio el acostumbrado beso de saludo en su frente—. Vamos, primero a refrescarse. También tienes que prepararte para ir a la escuela.
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