—No te tomes a pecho lo que ella dijo —amonestó la reina, pero Iván tampoco estaba de humor para recibir lecciones, así que le hizo una reverencia antes de caminar en la dirección opuesta a la de ella.
—¿Estás bien? —preguntó Luciana, adivinando que él se había ido porque estaba molesto. Aunque, por absurda que pareciera toda la idea de que las mujeres llevaran ropa masculina, tenía que admitir que Alicia tenía un punto. A veces era agotador vestirse como una dama con todos esos corsés innecesarios y demás. Desearía no tener que llevarlos todos los días y poder relajarse.
—No me gusta ella. No puedes ser amiga de ella. Va a ser una mala influencia —le dijo Iván a su esposa sin rodeos.
—Pero nuestro plan...
—No te preocupes por ese plan. Encontraremos otra manera —dijo Iván, pensando en Williams, que también iba a ayudarles.
—Soy su instructora...
—Instrúyela y vete. Estoy seguro de que no necesitas ser amigas para instruirla —respondió tajante.
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