El abuelo Fu se quedó un rato antes de irse y Fu Hua estaba más que feliz de verlo partir.
Después de que se fuera, le pasó el teléfono a Jia Li.
—Hoy has abierto mis ojos —Jia Li dijo mientras tomaba su teléfono de él.
—No te preocupes por mi pasado, soy una persona cambiada —Fu Hua dijo y volvió a sentarse en el sofá. Estaba avergonzado, ya que no sabía cómo su esposa lo veía ahora.
Se sentía inseguro y culpaba a su viejo por haber empañado su reputación.
Jia Li se rió suavemente, antes de fijar su mirada en su teléfono. Le parecían tiernas sus acciones, igual que su hija.
—¿Cargaste mi teléfono? —Jia Li preguntó con una sonrisa mientras lo miraba.
—Sí —respondió Fu Hua.
—¡Gracias! —respondió Jia Li con gracia.
Había tantas llamadas perdidas y textos en su teléfono. Le dolían los ojos solo de mirarlos.
—¿Por dónde empiezo? —se preguntó a sí misma mientras miraba el registro de llamadas perdidas. Al final, decidió hacer una videollamada con sus tres amigas.
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