Melanie frunció ligeramente el ceño ante la sugerencia de Simón, y él le lanzó una mirada inocente. Preguntó:
—¿Qué he hecho?
—Convertirlos en vampiros no es realmente una solución. ¿Crees que serían felices si se enteraran de que los mordiste solo para que estuvieran de acuerdo con los vampiros? —preguntó Melanie.
Simón asintió:
—Supongo. No es tan malo como ustedes los humanos lo pintan. De hecho, es bastante divertido. Puedes escuchar las conversaciones ajenas. Te mantienes joven y tu tasa de mortalidad no es tan alta a menos que no consigas sangre de la que alimentarte.
—¿Y qué hay de depender de la sangre? —preguntó Melanie, y Simón se inclinó hacia ella, su rostro se acercó al de ella.
—Todos necesitamos comida, cariño. De lo contrario, nos moriríamos de hambre —afirmó Simón, y suspiró al mencionar la comida—. Supongo que no tendrás una bolsa de sangre en la casa, ¿verdad? —le preguntó.
Melanie negó con la cabeza ante su pregunta:
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