—¿Qué sucede, Adam? —preguntó el cochero de Vincent al abrir la puerta.
—Briggs, ¿cuánto tiempo nos vamos a quedar en este lugar? —Adam parecía asustado y tenía los ojos muy abiertos.
—El Maestro Vincent no ha mencionado nada sobre cuánto tiempo estaremos aquí. Podrían ser dos días o quizás una semana —respondió el señor Briggs al joven—. Como Lady Marceline no estará hasta más tarde, tendrás que seguir al Maestro Vincent hasta que regresemos a Skellington. Ve a descansar ahora, considéralo unas vacaciones.
¿Vacaciones? —Adam se preguntó a sí mismo de manera histérica. Para él, este lugar no parecía nada menos que una casa de horror. Cada vez que se cruzaba con la hosca ama de llaves en las últimas horas, su corazón se le escapaba un poco del pecho. Tragando nerviosismo, preguntó:
—Señor Briggs, creo que dejé mi bolsa en el carruaje. ¿Le gustaría acompañarme hasta allí? —Era porque tenía miedo de caminar solo a esa hora de la noche.
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