Theron continuó besando a Esther suavemente, saboreando su lentitud mientras sus manos seguían acariciando sus mejillas. Con ternura apartó esas lágrimas con sus dedos, pero ellas seguían rodando por su hermoso rostro, aparentemente representando el anhelo mutuo que habían reprimido todos estos años.
Sus labios se separaron con gran renuencia, y Theron miró a Esther que aún tenía los ojos cerrados como si intentara grabar todo esto en su mente.
—Esther, mi amor... —susurró contra sus labios húmedos—. Te he echado de menos...
Esther abrió los ojos y miró ese par de ojos oscuros rebosantes de necesidad y deseo.
—Yo también te he echado de menos, Theron. —Su voz era suave, apenas más que un susurro, pero sus dulces palabras sonaron como una seducción para los oídos de su esposo.
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