Mientras el hombre se preparaba su masculinidad, la mujer que yacía lánguida en la cama tenía sus ojos fijos en lo que sus manos hacían. El hombre captó el deseo en su mirada y detuvo el movimiento de sus manos. En lugar de eso, se inclinó hacia ella y sostuvo sus manos, guiándola para que sujetara su masculinidad con sus manos. En el momento en que la sostuvo, en el segundo en que envolvió sus dedos alrededor, el hombre gimió de placer. Como si estuviera fascinada, ella continuó moviendo sus delicadas palmas a lo largo de su longitud, haciendo que el hombre gimió más fuerte mientras alentaba a la mujer a mover sus manos más rápido.
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