La voz de Zhou Susu temblaba mientras hablaba, sus palabras entrecortadas.
—Está... está tocándome. Puedo sentir sus dedos fríos en mi piel.
La mente de Jiang Lei corría y él metió la mano en su bolsillo, sacando el último talismán que le quedaba.
Sabía que este era el último talismán pero no podía ver a Zhou Susu morir.
Sin pensarlo dos veces, lo levantó y canalizó su energía en él.
El talismán emitió una luz brillante, iluminando el área a su alrededor.
El callejón quedó de repente vacío y el temblor de Zhou Susu cesó.
Ella miró a Jiang Lei con una mezcla de alivio y gratitud.
—Gracias —susurró, con voz temblorosa.
—No sé qué era eso, pero... gracias por salvarme.
Jiang Lei sonrió, su corazón aún latiendo fuerte por la adrenalina.
—Está bien. Estamos aquí por ti.
Conforme la luz del talismán se desvanecía, la expresión de Zhou Susu cambiaba una vez más.
Sus ojos se volvieron vacíos y una sonrisa inquietante se esparció por su rostro.
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