—No puedes vivir, Cielo.
—Lo siento, pero no puedes vivir.
—Lo siento mucho por ti y por Papá. Papá probablemente está triste, así que estará feliz si te unes a él.
—¿Qué —por qué me está besando? —Cielo entró en pánico, observando cómo Paula le mostraba su afecto genuino mientras pronunciaba tan siniestra despedida—. ¿Qué va a hacer?
—Ella va a terminar el trabajo.
Cielo jadeó horrorizada, con los ojos muy abiertos mientras giraba la cabeza hacia Hera. Ambas estaban de pie cerca de la cabeza del cuerpo, observando a Paula expresar su retorcido y complicado amor por su amiga. La mandíbula de Hera estaba apretada y sus ojos ardían, mirando a Paula mover el trofeo en la mano del inconsciente Gerente Chu.
—No puedo morir —la voz de Hera tembló como sus puños apretados—. ¡No ahora, nunca!
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