—¿Crees que puedes llamar a alguien? —dijo Dexter, y Elliana miró su bolsa en su mano.
En su momento de desesperación, solo podía llamar a una persona de la que sabía no se vería afectada por el olor de su menstruación porque era humana, pero ¿no era vergonzoso?
Negó con la cabeza y corrió hacia el baño, con lágrimas asomando en sus ojos, y Dexter se sintió impotente.
Elliana se sentó en el asiento del inodoro con la tapa baja y miró su registro de llamadas. Necesitaba pensar rápido.
La mayoría de los estudiantes estaban en sus clases, así que no sería tan malo, pero Dexter tenía razón, no quería pasar por la vergüenza de que casi todos los estudiantes supieran que estaba con su periodo.
Marcó el teléfono principal del palacio y esperó a que la Señorita Zoya contestara.
—¿Hola? —dijo la Señorita Zoya tan pronto como descolgó, y Elliana tomó una respiración profunda y temblorosa.
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