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Déjala creer que está ganando

Narra Emir

—¿Por qué me dejaste hablando sola en la línea? ¿Quién crees que eres para dejarme con la palabra en la boca Emir?—cuestionó mi esposa con una furia desconocida.

Lancé una maldición por sentirme tan cuestionado por ella porque sabía que solo me bombardeada con esas preguntas para martirizar mi existencia.

Me masajeé la sien para desestresarme un poco, había tenido varios inconvenientes con mi esposa pero ninguno me pesaba más como este. Esta situación se estaba convirtiendo cada vez más en una situación ridícula.

—Estoy ocupado Bahar— le avisé —. además, qué más da, tú misma me dijiste que te querías divorciar de mí.

—¿Quién es Alekxandra?— cuestionó con molestia. —Es la nueva prostituta que te trae loco. Dime Emir.

Apreté los puños, tanto que se hicieron blancos.

—Deberías estar feliz, ya que no cumples con tu deber en la cama—farfullé, con ira.

De verdad que intentaba ser menos duro con ella pero no colaboraba.

Demonios, primero decía que no le importaban mis necesidades, que podía estar con quién se me diera la gana—, al igual que ella, pero no, desde que me desaparecía por varios meses y no sabía de mí, era poseída por un espíritu de persecución.

—¿Sabes por qué no cumplo con mis deberes conyugales? Porque ya no me nace. Yo te quería, pero desde que descubrí que era un matrimonio arreglado dejé de soñar—reveló con una nota ácida—. Pero... ¿sabés qué? No me voy a divorciar, vas a desear no haberte casado conmigo por interés.

—Deja de amenazarme con tus idioteces, ya me tienes harto, si quieres ve a quejarte con tu padre, ya no me interesa nada.

Y colgué.

Claro que ella no aceptaría que la engañaran, su ego de mujer no lo permitiría.

Me negué a divorciarme nuevamente. Me negué porque no me convenía que mi padre estuviera enfurecido conmigo, no me convenía que mi padre le dejara la presidencia al hijo adoptivo del difunto Murad Yildiz, no lo iba a permitir mientras estuviera vivo.

Aunque mi padre no fundó la empresa solo, era mi turno de ser el sucesor, yo cumplía con todas las expectativas y me había estado preparando para esto desde que tenía uso de razón. Y me atrevía a sacrificar mi paz para seguir controlando todo. La empresa de mi padre era el patrimonio de la familia y no iba a permitir que ellos intentaran cambiar la producción y comercialización. O que si cayera en las manos del hijo adoptivo de Murad, la quisieran vender y el acuerdo pactado se culminara. Tantos años de esfuerzo ¿Para qué? No iba a permitirlo.

Llamó a mis padres he hizo un circo mediático, me estaba culpando de "lo mal que la estaba pasando por mi supuesto engaño ".  Yo no llamaría eso un engaño, porque cuando tu cónyuge no cumple con su deber en la cama pues existe la posibilidad de admirar y tocar a otras mujeres. ¿No es así?

Mi padre estaría de acuerdo con mi manera de pensar, pero si se tratara de una mujer sin prestigio, obviamente intentaría "hacerme entrar en razón " para que le otorgara fidelidad a mi queridísima esposa.

—Señor Demir no puede entrar así—la voz de mi secretaria se escuchaba detrás de la puerta, negándole la entrada a Kemal.

—Necesito hablar con Emir Celina—le dijo con voz autoritaria— no interfiera en esto, por favor.

Al final entró, muy agitado.

—Emir necesito hablar contigo—avisó con desesperación.

Hundí mi entrecejo en una mueca de disgusto y confusión por entrar a mi oficina y no saber cuál era la situación que lo hizo entrar así, tan agitado.

Tragué saliva observando con cierto descontento por faltarle el respeto a la autoridad de mi secretaria.

—Lo siento señor, no pude detenerlo—se encogió de hombros.

—No pasa nada Celina, usted retírese—traté de mostrarle una sonrisa y logré una mueca,

Celina salió.

—¡¿Quieres explicarme qué demonios crees que estás haciendo?! Se suponía que Bahar no se enteraría de esto.

Golpeé con mi puño la mesa con furia y cólera.

—¿Desde cuando la defiendes tanto?—me levanté de la silla— dime Kemal. ¿Desde cuando dejaste de apoyarme?— le dediqué una mirada desdeñosa.

—Desde que dejaste de ser discreto—respondió —. Desde que comenzaste a ser tan irresponsable, Emir. ¿Crees que no te he estado observando últimamente?

—No te entrometas en mi vida—le advertí, furioso.

—A la mierda, ¿Qué te está pasando? ¿Acaso no piensas, acaso quieres que te vuelva a pasar lo mismo una y otra vez?.

Fruncí el ceño con confusión al no estar entendiendo lo que quería decir.

—¿Qué quieres decir?—me interrogó con cierto desconcierto y una evidente incomodidad, porque todo el que podía se quería entrometer en mi vida personal, sabía que yo tenía la culpa por no establecer los límites necesarios.

—Que ya lo se todo Emir. ¿Crees que no me he dado cuenta con quién te estás acostándo otra vez? Janet McDonald, ¿No es así?

Rodé los ojos y dejé salir un cansino suspiro.

—Estás muy mal informado— caminé hasta donde se encontraba el licor.

—Bahar te mandó a investigar, me habló de unas fotos— me las tiró en la mesa —. Ahí está la prueba.

Reí burlonamente— es patético.

—No, ella no es patética.—contradijo furioso.

No entendía la actitud de Kemal, —está claro que solo quiere ocasionar una algarabía en la familia. ¿Cuál es tu problema?— tomé un trago del licor y el caliente ni lo sentí y esto era por lo anestesiado que estaba—. Debo recordarte que tú tampoco eres santo de mi devoción.

—Esto no se trata de mí, se trata de mi familia. ¿Sabes? No me gusta tu actitud, cada vez que alguien quiere ayudarte y llevarte por el buen camino tú siempre estás ahí queriendo justificarse con las malas acciones del otro.

—Relájate, ¿sí? ¿Podemos olvidar que esto pasó? No lográremos nada manteniendo esta discusión, fin del tema.

—No—, se cruzó de brazos— yo todavía no he terminado contigo, y lo sabes.

—Si tanto te molesta esta situación, deberías de aconsejar a la loca de tu hermanita, para que me deje en libertad—le grité aventando el vaso, el cuál quedó añicos en el piso.— no es fácil para mí lidiar con esa insoportable e insignificante mujercita.

—Más respeto —me señaló—. Aquí la única culpa la tienes tú, por dejar que tu padre controle tu vida. Te dije desde el principio que este matrimonio no iba a ser armonioso pero al final hiciste lo que tu padre quiso... en pocas palabras fuiste un títere.

—Kemal vete—le ordené—. No quiero hacer algo de lo que me vaya arrepentir más adelante.

—Bien, me voy a ir porque no quiero faltarte el respeto, pero procura no faltarle el respeto a la dignidad de Bahar, porque por la estima que le tengo no voy a dejar que la pisotees de ese y de ningún otro modo. Cualquier cosa que vayas hacer debes de ser discreto, que los medios no te coman vivo, porque no es que te importe mucho lo que digan de ti, pero a mí sí me importa lo que digan de ella.

Lo que dijo Kemal me enfureció mucho, la última vez que me habló así fue cuando tuve el problema con la misma serpiente.

Admito que fue mi culpa pero muchas cosas me orillaron hacer semejante fechoría con esa mujerzuela que ahora me acosa y no me quiere dejar en paz.

—No quiero que esto que está pasando nos ponga en discordia.

—Claro que no, eso no va a pasar si entendemos que de una vez por todas lo que te digo es por el bien de la familia Evliyaoglu-yildiz.

Me quedé en silencio.

—Tu padre viene mañana —avisó—. Sabes que no vas a poder escaparte de su sermón moralista. Ojalá fueras como él, ahorrarías tantos problemas.

—Hay tantas cosas que ignoras—una sonrisa amarga adornó mis labios.

—Intenta arreglarlo y deja de victimizarte, no te hará bien.

Él se marchó.

Y mi secretaria entró nuevamente a mi oficina, miró todo el desastre que había dejado en el piso y se quedó petrificada.

—Llame a alguien para que recoja esto—le ordené.

—Señor hay alguien que quiere verlo.

Chasqueé la lengua, no quería ver a nadie y mucho menos a ese hijo de puta, mi paciencia tenía un límite y ya varias personas estaban entrometidas en mi vida, y era obvio que esa sanguijuela no se iba a quedar callada.

—Emir, tu secretaria no me dejaba pasar, entonces me vi obligado a entrar— me lo quedé observando con desprecio.

—¿Cómo te atreves a entrar a mi oficina sin que yo te lo autorice Murad Yildiz?

—Bueno, tampoco no hay que hacer un drama de esto—, caminó hasta mi escritorio y se sentó en el mueble cruzando las piernas—. Desde que entré aquí el ambiente es menos tenso, ¿no crees que se trate de una virtud estar aquí?

—¿Quieres que te premie por la osadía?—reí sin gracia—. ¿Quién crees que eres, infeliz?

Levantó una ceja, su semblante era entre divertido y malicioso—. Soy el hijo de mi padre, Osman Yildiz, era uno de los hombres más ricos de toda Turquía. Además de eso, soy tu cuñado, soy accionista mayoritario de la empresa y sobrino de uno de los difuntos dueños. ¿Te suena Emir?

Respiré profundo, sus alardes me tenían muy cansado y no había estado más de cinco minutos en mi oficina, y los que faltaban.

Mi secretaria se encogió de hombros esperando la orden de retirarse, así que le hice un gesto con la mirada. Siempre me pareció que no era una mujer chismosa y aunque los dramas reinaban en mi familia, casi siempre ella se mantenía al margen. Sin lugar a dudas ella era la empleada perfecta para ser mi secretaria.

—Retírese Celina.

Se retiró de inmediato con rapidez.

—¿A qué has venido?—inquirió cortante.

—Sabes que tenemos cuentas pendientes, con personas del pasado—. sonrió—. He dejado pasar esto muchas veces, pero hay que deshacernos de Anastasia, la puta rusa que mató al tío Murad. ¿No lo recuerdas?

Sabía que esto no acabaría, no me sorprendía lo que era capaz de hacer la familia Yildiz, nunca dejaban pasar una venganza, y podían pasar días, meses, años y no se quedaban con las manos cruzadas.

—En realidad, no tengo nada que ver con eso Murad, tengo muchas cosas que hacer y no me voy a ensuciar las manos con sangre. Ahora soy el presidente de la empresa y todos los ojos están sobre mí.

—No seas arrogante, no será por mucho tiempo... recuerda que podría pasar cualquier cosa.

—¿Planeas jugar sucio Murat?— esbocé una sonrisa—. ¿Sabes? Tienes el dinero, pero nunca vas a tener el intelecto para superarme.

Apretó la mandíbula.

—Sabes que tu familia nos debe muchos favores, no fueras nadie si mi hermana no se hubiera casado contigo, con la mierda de persona que eres.

—Puedo ser una mierda de persona, pero nunca me voy ensuciar las manos con sangre, al igual que tú y esa es la diferencia.

—Sé que sabes dónde está Anastasia, sé que la has escondido en alguna parte, por eso viniste a Rusia. ¿No es así? Aquella noche alguien la ayudó y sé que fuiste tú.

—No sé de qué hablas, no me voy a meter en líos que no me conciernen. ¡Lárgate! No quiero volver a verte en mi oficina —le ordené.

—Anastasia no está muerta cómo quieren hacer creer, y cuando la encontremos se va a arrepentir de haber matado al tío. Recuerda mis palabras Emir.

Narra Alekxandra.

Si me hubieran dicho que Agustín seguía siendo desagradable y yo no hubiera estado en esta situación, ni siquiera hubiera tenido la molestia de llamarlo.

Sonya se bajó de la motocicleta negra, y le entregó el casco protector, él la agarró del cabello rubio y la besó apasionadamente. Intenté mirar hacia otro lado para dispersar la tensión de aquellos tortolitos.

Al finalizar el beso, ella se acercó a mí y lo dejó en el parqueo organizando la moto.

—Perdona la tardanza, pero Agustín estaba buscando...—se acercó más a mí para susurrar— la droga que pediste.

Yo estaba inquieta y nerviosa, dudando si podía ser capaz de hacer esto. Ojalá hubiera tenido esa seguridad por completo y no estas dudas, lo que más me tranquilizaba era que todo sería por no acostarme con ese cerdo asqueroso.

—No pasa nada—dije, enredándome los dedos en mi pelo. —necesito que...— respiré profundo —necesito que Agustín... Necesito que hagamos esto rápido.

—Ya estoy aquí—habló con esa rudeza que lo caracterizaba.

Agustín era un tipo muy alto y fuerte. Llevaba una camiseta holgada negra que dejaba ver sus definidos brazos, y en uno de sus brazos había un tatuaje de una carabela mortífera.

Era escalofriante.

Aún recuerdo cuando Anastasia me dijo que me mantuviera al margen de esto.

La relación que tenían Sonya y Agustín no era consentida por su madre, incluso él no la podía visitar a su casa, tenía que estar fuera. Veronika le advirtió muchas veces que le dejara ir, que no le convenía; sin embargo, ella no quiso. Su madre la dejó en paz, pues Sonya ya era mayor de edad y pensaba que podría tomar sus propias decisiones. Le dijo que si ese tipo le hacía daño ella estaría ahí con ella.

—¿Crees que podamos pasar? Nos estamos congelando— me dijo con altanería.

—La culpa la tienes tú por andar con esas fachas en pleno invierno.

Abrí la puerta y los dejé pasar.

—Agustín es así, no le importaría mucho morir congelado—bromeó Sonya.

Me quedé seria observando, esperando que por fin me entregara el paquete de mercancía que ordené.

Se quedó observando de arriba abajo con una risita burlona.

—Amorcito, sabía que tu amiga seguía siendo una amargada.

—Basta, no le digas así —golpeó su hombro en modo reproche.

Rodé los ojos.

—Ya déjate de rodeos Agustín, necesito que me des lo que te mandé a encargar.

Cruzó las piernas.

—Claro que te lo daré, pero primero quiero que me digas con quién la vas a utilizar—miró a Sonya y luego a mi a la expectativa de la respuesta.

—Eso no es de tu incumbencia— dije con rectitud.

levantó las cejas, una sonrisa adornó su maliciosa cara, haciéndolo parecer más malo de lo que era.

—Quiero asegurarme de que una chiquilla como tú no me genere problemas. ¿Sabes? Nunca me equivoqué, tu madre me tildaba de delincuente pero siempre supe que tu no eras una santa mojigata. Lo irónico de esto es que ella se equivocó, debe de estar revolcándose en su tumba.

—¡Agustin!—Sonya le regañó.—no seas irrespetuoso, no tienes ningún derecho de hablar así de Anastasia.

Respiré muy profundo y me contuve para no golpearlo. ¿Cómo podía ser tan cruel? Estaba segura de que a mi madre no le caía bien y claro que tenía sus razones, sin embargo, nunca pensé que se quedaría con ese odio. Era normal que las personas adultas que estaban interesadas por el bienestar de Sonya, buscaran la solución para las malas compañías de ella. Por eso estaba ofendido, en lugar de mejorar por ella.

—Voy a ignorar todo lo que me dijiste, porque mi objetivo es conseguir lo que te pedí... no creas que será gratis, voy a darte dinero.

Sus ojos se iluminaron.

—Enserio, ¿tan pronto despilfarras el dinero de la señora en drogas?— se levantó—. Supongo que de ahora en adelante tú serás mi clienta.

Apreté la mandíbula furiosa, aunque estaba haciendo el esfuerzo de mantenerme serena. El tipo estaba logrando hacerme enojar y lo hacía por venganza. Él odiaba a mi madre porque mi madre fue la que descubrió su relación con Sonya y se lo dijo a Veronika. Claro que, no estando mi madre con vida iba a agarrarla conmigo como el grandísimo gilipollas que era.

—Agustin, me voy a enojar— le advirtió Sonya, levantándose del sofá—. Sabes que odio que te comportes de esa manera. Respeta a mi amiga, no seas grosero con ella.

—No se como puedes ser amiga de unas viejas chismosas que no hacen más que decirte que te alejes de mí. —se burló—. Esas mujeres no son tus amigas, solo sirven para entrometerse en la vida del otro.

Me fui a buscar el dinero para no seguir aguantándome sus palabras, porque estaba segura de que si no se iba, yo misma me encargaría de romperle la cara aunque me golpeara después, conociéndolo bien no lo dudaba.

Todavía no podía creer como Sonya se había enganchado con esa mierda de persona, ¿qué fue lo que vió, cuál fue el encanto? Porque yo todavía no lo había visto. Lo único que había visto eran monstruos vacíos por doquier.

Puse la contraseña de la caja fuerte, y la abrí al instante dejándome ver una gran cantidad de dinero. El dinero de mi universidad.

Mamá estaba ahorrando para cuando se terminara el año escolar, mi objetivo era conseguir una beca al finalizarlo para que fuera más simple, lo irónico era que, probablemente no alcanzaría mis metas, al menos por ahora.

Quería que todo me saliera perfecto pero nada era perfecto, en este caso ni siquiera sabía dónde me encontraba, no tenía cabeza para pensar en otras cosas que no fuera lo que estaba ocurriendo con mi vida.

Al regresar a la sala de estar puse el dinero dentro de un sobre y lo dejé en la mesita.

—Aquí está tu paga, ahora dame lo que me corresponde y lárgate de una vez.

—La droga que te voy a dar es para mantener a la gente incapacitada, al hacer efecto puedes hacer lo que sea que harás y esa persona, al día siguiente no se va a acordar de nada. Créeme cuando te digo que debes tener cuidado.

—Lo tendré, no deberías preocuparte por eso.

—Claro que debo, yo te la facilité y debo tener cuidado, no quiero ir a la cárcel.

Le sonreí falsamente.

—No me importa lo que verdaderamente no quieras, ¿entiendes? Lo que yo haga y deje de hacer con mi vida no te importa en lo absoluto. Ahora, vete de mi casa.

—Sonya vamos— caminó hasta la salida pero Sonya le dijo que se quedaría conmigo por un rato.

—Como quieras— abrió la puerta y se marchó, lo último que escuché fue el motor de la moto hacer la maniobra de arranque.

Sonya se mostró avergonzada y bajó la cabeza.

—Agustin no ha tenido un buen día —le justificó—. Espero que no te vayas a enojar conmigo.

Exhalé cansada.

—No te preocupes no me voy a enojar contigo. Además, sabía que eso no le quitaría lo desagradable que es.

Silencio.

No podía volverle a repetir que lo dejara porque no quería molestarla con eso otra vez, había aprendido a respetar las decisiones de la gente en mi corta vida. Sonya podía haber escuchado miles de consejos de mi, pero si ella no quería pues no había nada que se pudiera hacer, excepto acompañarla cuando se diera contra la pared.

—Estoy muy nerviosa—comenté— no quiero que esto me salga mal.

—¿Qué tal si esto funciona hoy pero no funciona después?—caminó hasta mí e hizo que le prestara atención—. no pensarás drogarlo siempre que pida por ti.

—No había pensado en eso, pero ya se me ocurrirá otra cosa.

—Alek, por favor, no quiero que te pase nada, solo quiero que esto termine pronto y que ese hombre te deje en paz, pero siento... Algo me dice que no será así porque mientras más despectiva y seca seas, más obsesionado lo vas a tener.

—No me asustes más—le pedí—. Solo reza a jesucristo para que no pase eso y me devuelva a mi hermano. Solo quiero paz.

Sorbí mi nariz y comencé a llorar otra vez.

—Mi vida es un infierno— expresé con dificultad—. Todavía no puedo entender porque me pasa esto.

Sonya tocó mi hombro.

—¿Qué hay de tu padre? Puedes contarle qué está pasando.

Chasqueé la lengua.

—A mi padre no le interesa nada.

No quiere cumplir con su responsabilidades, y yo no voy a molestarlo más con eso, si mi plan funciona me iré lejos donde nadie pueda estorbar mi vida.

—Vas a ver que todo se va a solucionar —me dio una sonrisa antes de abrazarme.

—Debo arreglarme para irme con él.

—¿Ya sabes cómo lo vas  a drogar?

—Supongo que lo tengo que poner en la bebida, pero no sé, me las  ingeniaré.

—¿Quieres que te acompañe?— murmuró.

—No te preocupes, te dije que no te quiero exponer s eso.

—Estaré al pendiente de ti, cualquier cosa me llamas, ¿sí?

Asentí.

Luego de que Sonya se marchó, me preparé para irme, el reloj marcaba las siete treinta de la tarde. Obviamente, opté por ponerme el vestido que me había obsequiado, aunque pensé en hacer un acto de rebeldía y vestirme como una verdadera adolescente, pero no era conveniente, llamaría su atención y no podría colocarle la droga en la bebida.

Necesitaba mantenerme sumisa, de otro modo no lograría mis objetivos.

Si me mostraba rebelde y esquiva iba a sospechar que no quería estar cerca de él, por supuesto que no había que ser tan idiota para no deducirlo, habíamos quedado en un trato y tenía que cumplir con mi parte.

Observé mi figura en el espejo, mi cabello lacio, mi rostro, mi mirada triste.

Mi corazón empezó a latir a toda prisa, podía sentir como la ola de inseguridad golpeaban dentro por segundo.

Tenía mucho miedo de lo que podía pasarme si en algún momento ese señor llegara a saber que tenía un plan. Tenía miedo de que si él en algún momento sabría

de esto y no lograr mi objetivo de poder rescatar a mi hermano y poder irme lejos.

Así que si esto no me resultaba, estaba en la cuerda floja.

Narra Emir

—Dame la información de las grabaciones de la casa de Anastasia, quiero saber qué es lo que está pasando— le dije a Ali, mi chofer.

—La chica se encontró con un sujeto— informó —. Al parecer está ideando un plan para drogarlo ésta noche. Quiere poner una droga en la bebida.

Reí con malicia.

—¿Enserio?

— Sí, ya estoy aquí esperando, casi estoy avisando para que salga. ¿Quiere que le diga algo?

—No le diga nada, solo quiero que lo que tengo preparado para ella sea una sorpresa. Déjala creer que está ganando.

— Sí señor.

—Llevela al hotel— le ordené — y dígale que me espere allá.

—Como usted diga.

Era increíble la mente tan calculadora de esa chiquilla. Pensaba que era inocente, pero no, no fue así. Alekxandra era calculadora pero no tenía suficientes recursos para cumplir con sus objetivos.

La dejaría ganar esta vez, dejaría que fuera ella quien escribiera su destino.

El teléfono emitió un pitido y lo descolgue nuevamente.

—¿Sí?

—Emir, ¿Qué es lo que está pasando? ¿Por qué no me contestas si te he llamado al teléfono? ¿Crees que soy un pelele? ¿Crees que no me he dado cuenta del desorden que hiciste en la familia?

Era mi padre Kerim, ¿Por qué diablos Bahar fue con el chisme? ¿No podía simplemente dejar la situación entre nosotros o simplemente dejarlo pasar? No era normal que toda su familia quisiera entrometerse en una discusión de un matrimonio y menos mi padre.

—Padre, los problemas con Bahar son entre ella y yo— le informé —. Sabes muy bien que no estoy para estos juegos de ella. Estoy muy ocupado con la presidencia y esto ha sido un arduo trabajo. Ni siquiera estoy en Turquía y no es porque no quisiera, sino porque soy un hombre de negocios. Debe entenderlo.

—No es por eso que te llamo— me dijo—.

Es porque he visto evidencia de que estás con esa mujer católica. Esa, la que te iba a dar un hijo bastardo que no pertenecía a nuestra religión. Escucha Emir, te puedes acostar con todas las mujeres que se te dé la gana, pero si me llego a enterar que embarazaste a una mujer cristiana o católica me voy a enfurecer.

Rodé los ojos, hice una mueca de disgusto y apreté los puños.

—No es así, no me he acostado con esa mujer—repliqué.

—Vi la evidencia, no intentes negarlo— me contradijo—. Lo único que te pido es que embaraces a tu mujer y cumplas con tu deber de dar descendencia musulmana, pero ni para eso has servido.

—Esa mujer estaba en mi casa y no sé cómo diablos entró — le informé —pero pensándolo bien, ¿Por qué no le preguntas a tu nuera? Supongo que ella sí puede contestar a todas tus preguntas.

—Solo te diré algo, si me llego a enterar que esa mujer está embarazada haré que ese hijo adoptivo de Murad tome la presidencia. Un hombre debe olvidarse de las mujeres si quiere triunfar en esta vida. Eres un inepto, ¿Cómo no vas a saber quién entra y sale de tu propiedad? ¿Crees que me comeré ese cuento? Arregla tu desastre, sabes que cada delito tiene un castigo.

Lancé un sonoro gruñido y aventé el teléfono al suelo, el cual cayó hacía un lado hecho añicos. Quería estrangular a mi esposa, ganas no me faltaron. Era una maldita infeliz. Ella sabía muy bien que yo me iba a casar con ella por conveniencia, pero está queriendo hacer dudar de mi percepción. Está queriendo venderse como la mustia, la que estaba melancólica por despecho.

Pero no, conmigo no funcionaban esas cosas.

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