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Una madre abnegada

Bajé las escaleras para ir a la cocina a servirme el desayuno, sentí que iba a morir de hambre. 

Abrí el refrigerador y de ahí saqué el zumo de naranja y un pan para rellenarlo de miel. Me lamí los labios mientras la distribuía. 

Podía sentir la mirada desdeñosa de mi madre, así que subí la cabeza para observar y pude notar sus ojos azules, los cuales me miraban fijamente. 

Estaba muy molesta.

—Alexandra—, su tono de voz era modo reproche—. ¿Qué te he dicho de comer eso?

Agarró el pan como si se tratara de un pedazo de basura.

La miré, ceñuda.

—Mamá ya basta— le dije, aburrida de su intensidad.

—Mamá nada.

Se dirigió al pequeño contenedor y se deshizo del pequeño pan. 

Me sentí tan impotente, me había quedado con ganas de comerlo. Me antojaba de todo lo que contenía harina y azúcar. 

Anastasia siempre quiso que yo fuera perfecta. Incluso me pesaba cada mes controlando mi peso. Tenía la suerte de tener buena autoestima, sino me hubiera vuelto la típica joven con desórdenes alimenticios. En su defensa, si es que la tiene, me decía que debía estar delgada para las clases de ballet y que no debía comer tantas calorías innecesarias.

—Mamá, deberías dejarme ser yo misma y dejar de estar controlando mi vida, ya estoy muy grande—propuse hostigada.

Anastasia torció los ojos cansada de mi actitud, que para ella era un tanto negativa.

—Hazle caso a tu mamá y triunfarás en la vida. --sonrió con ilusión. —¿te imaginas tú, siendo una modelo de alta costura, o... una bailarina profesional?

—No mamá—, me incorporé y puse el plato en el lavavajillas—. No quiero serlo.

Ella se apoyó en el desayunador.

—Hija mía, deberías aprovechar tus habilidades, quién sabe qué te depara en el futuro. —insistió—. Ya sabes que Alekxander no nos quiere ver más.

—Papá no me hace falta en lo más mínimo—mentí—. No me interesa.

—Alek, nos estamos quedando sin dinero, lo poco que gano en esa escuela de quinta no me está dejando nada, así que a mí sí me interesaba lo que podía ofrecer tu padre, ya que los tengo a ustedes dos. Dios quiera que la situación mejore.

—No lo necesitamos mamá, no vamos a rogarle por plata.—insistí con molestia.

—No le estamos pidiendo nada, solo tiene que cumplir con su responsabilidad. Pero no, no la cumple y yo ya no sé qué más hacer.

—¿Qué hay de mi hermano? ¿Se va a quedar con Angelica?

Andrés se había quedado con una amiga de mamá, puesto que no tenía con quien dejarlo. Ella se la pasaba trabajando horas y horas para conseguir el dinero que hacía falta. Me dijo que solo serían unos días, sin embargo ya teníamos meses sin verlo. Lo extrañaba muchísimo.

—En unos dos meses lo quiero devolver.

Se acercó a mí y besó mi frente.

—Date prisa, voy a llevarte al instituto. Vístete, se te hace tarde. Recuerda que hoy es el primer día.

Mi mamá estaba aburrida de todo, cansada. Parecía que habían tantas cosas que no la dejaban tener una vida plenamente cómoda. 

Decía que cuando conoció a mi padre, descubrió lo bondadosa que podía ser la gente cuando necesitaba algo de otros, y la crueldad.

¿Saben lo que es vivir enamorada de una persona egoísta? 

Yo tampoco, porque no lo había sentido, pero... tal vez se puede describir como cuando mi papá me regalaba un poco de su atención, me prometía que sí iba a quedarse y luego se iba. Y así se repetía el ciclo.

Pensé que todo mejoraría cuando su otra familia decidió irse del país, dejó de aparecer en la vida de mi madre. Aún recuerdo la última vez que estuvo aquí, ¿cómo olvidarlo?, Si la última vez que estuvo aquí dejó a mi mamá embarazada otra vez. 

Trágico. 

Pero no tan trágico, porque nació la persona más tierna que he podido conocer. El pequeño Andrés. Sus mejillas eran regordetas y rojizas. Todo un príncipe.

Después de tener aquella charla con mamá me fui a vestir con el uniforme, para ir al instituto y Anastasia se arreglaba para irse a la escuela de ballet a impartir sus clases de danza. Así que nos fuimos juntas. Me dejó en el instituto y continuó el viaje. 

Estaba tan cansada a pesar de que dormí todas mis horas, estudiar para mi se había convertido en una rutina muy dura. Realmente me encantaba, pero tenía que ponerle más esfuerzo porque yo tenía una beca y si fallaba la perdía.

Al menos las vacaciones de invierno me habían favorecido un poco con el descanso.

Al llegar la hora de salida Sonya y yo nos apartamos de todos para charlar. Aprovechamos para irnos al baño para retocar el maquillaje.

—Es el primer día y ya la maestra de literatura comenzó a dejar mucha tarea. —se quejó.

Reí —¿Por qué te quejas?, Ya sabes como es.

—Pues eso no quita nada -- comenzó a hidratar sus labios, sin dejar de observarse en el espejo. —¿Por qué no salimos esta noche?

—No puedo, mamá no me va a dejar, estos días ha estado insoportable.—le respondí con tranquilidad.

Enarco la ceja—¿Y eso?

Tome aire. --Situación económica. No tiene a Andrés con ella. La escuela no le está dejando nada. bla bla bla. Además, hoy hay una presentación de baile y como siempre; no puedo faltar. ¿Irás?

—El infierno de los adultos. — dijo— Claro que iré, no te preocupes.

—Es deprimente. Es una basura, ya estoy harta. --gruñí de desesperación.

—Tú deberías distraerte un poco, Alek, ¿por qué no vas y le hablas a Vladimir?—preguntó cansada.

La miré incrédula por lo que acababa de decir.

—Los chicos le hablan a Alekxandra, Alekxandra no le habla a los chicos, y mucho menos los persigue—dije, sin dejar de mirar al espejo. 

—Eres tan... bitch, eso me gusta.

La miré 

—Yo no lo llamaría así, yo lo llamaría empoderamiento—añade.

—Pues parece más narcisismo—bromeó—. Pero no importa, porque es genial.

—No es eso, es que... ¿cómo te explico? 

Se quedó mirándome mientras buscaba un pequeño argumento en mi cabeza.

—Las mujeres no deberían perseguir a los hombres, Sonya. Eso es muy pickme.

—¿Qué?

—Lo que quiero decir es, que si a él de verdad le gusto vendrá a mí, no tengo que estar haciendo tantos malabares, —me encogí de hombros—. Y si es al contrario, pues me da igual.

—¿Te gusta Vladimir Petrov?—inquirió, me agarró por los hombros para que yo mantuviera el contacto visual con sus grandes ojos ambarinos.

—Me... gusta—afirme, muy tranquila.

—¿Y qué pierdes si te acercas?

—La dignidad—sonreí y me moví para lavar mis manos.

—Eres rara.

Sonreí.

—Tenemos que movernos Sonya, sabes que no podemos llegar tarde a la clase del profesor Gael.

—Odio las matemáticas, y más a estas horas de casi medio día.

—No es medio día, ya hasta almorzamos, no exageres.

Escuché que alguien había tirado de la palanca en uno de los cubículos, entonces Sonya y yo nos miramos a la cara. El pestillo de la puerta sonó y la persona que salió me dejó petrificada.

Estaba muriendo de vergüenza, al imaginarme que alguien había escuchado mi patética conversación, esas palabras que dije: "Me gusta Vladimir". Claro que, las otras palabras que dije obviamente no las recordaría y lo sabía porque conocía a las personas chismosas, solo captaban lo que les convenía.

—Vaya,—dijo, mientras se nos acercaba. —mis sospechas habían sido ciertas bastarda.

Tragué saliva.

—¿De qué hablas?—fingí demencia.

Soltó una risa seca.

—No me digas que eres tan cobarde para admitir lo que ambos sabemos que dijiste hace unos minutos.

—Escucha, sal del baño de las mujeres idiota.-le ordenó Sonya, con autoridad.

—Tranquila nena, no te voy a tocar—sonrió con malicia—. a menos que tú lo quieras.

Me crucé de brazos.

—Ahora resulta que te has convertido en una mariquita—le miré, desafiante.

Me dedicó una mirada maliciosa

—Alek, la chica más codiciada del instituto, la que no mira a ningún hombre, porque dice que son renacuajos... la que rechazó a todos los que se les lanzaron, incluyéndome... ahora está babeando por el renacuajo mayor, Vladimir Petrov.

Aplaudió teatralmente.

—¿Qué es lo que quieres?— cuestionó Sonya. -- habla de una buena vez, que no tenemos todo el tiempo.

—No quiero nada más, que destruir a esta niña boba que mira a todos por encima de los hombros.

—¿Disculpa?—reí irónicamente —. ¿Crees que porqué te rechace ya miro a todos por encima del hombro, ¿a caso estoy obligada a aceptar a cada idiota que quiera bajar las bragas?

—Sabes muy bien que es verdad, tienes el ego demasiado grande, y mi mejor amigo Vladimir te dará una lección.

—Puede que me guste Vladimir, pero eso no quiere decir que voy a estar arrastrándome por el suelo.

Sonrió, —ninguna chica se había negado a estar conmigo.

Vladimir apareció en el umbral de la puerta.

Reí sin gracia —pues para todo hay una primera vez Petrov.

Solo se quedó ahí observando burlonamente, mi madurez no me permitió seguir en esta situación tan embarazosa.

—Eres muy anticuada para yo gustar de ti—se mofó cuál charlatán. —¿Crees que no te escuché hablando en los baños? Te mueres por mí, no intentes negarlo.

Tragué saliva, avergonzada.

—Eres un imbécil.

—Y tú eres una mojigata—comenzó a reír con Germán.

Caminé para cruzar la puerta y salir de esa situación pero el chico que había endiosado en secreto no me lo permitió.

—¿Qué se siente ser rechazada por primera vez?—me susurró casi al oído—. ¿Crees que eres la gran cosa Alekxandra?

—No te responderé a eso porque mi madurez no me lo permite. Ahora sí eres tan amable de cederme el permiso...

Nos quedamos mirando a los ojos, ahora no quedaba nada de sentimientos por ese infeliz, pensé que era distinto, el año pasado lo veía tan aplicado y tan tranquilo. Era esa clase de chico que yo miraría, estudioso, reservado. No sé qué cambió, o tal vez fue siempre así y yo no me había dado cuenta.

Después de ese terrible panorama emprendí el camino hacia mi casa molesta, decidí caminar un rato pensando en como pudo ser tan idiota.

Crucé la calle pensando, jugando con mi pelo y de repente escuché las gomas de un carro rechinar en la pista.

Me asusté, creí que iba a atropellarme. Pude notar como se bajaba el vidrio de la puerta delantera. Era un auto muy lujoso, el color negro se destacaba más de lo normal.

—¡Oye niña!—gritó un hombre. Tenía un turbante en la cabeza. Arrugue la nariz, mirando el confuso panorama, ni siquiera había salido de mi embeleso cuando se animó a gritar otra vez.

—Ten más cuidado, casi te atropello idiota.

Pude notar que había otro detrás y este le hizo un gesto con la mano para que se callara la boca. Era muy atractivo, tenía una barba de tres días ,y unas gafas oscuras y un traje muy lujoso. Mi subconsciente tratando de salvarme, me dijo que huyera de ahí, pues se estaban desapareciendo muchas jovencitas últimamente, por una red tratante de blancas de origen árabe. 

Su mirada se posó y aprovechó para mirarme de arriba abajo, se bajó las gafas dejándolas reposar en su nariz. Sus ojos eran muy bellos, pero su mirada no me transmitía esa calidez de una persona amable, no podía explicarlo. Era como un aura oscura.

"Corre no lo pienses más " pensé 

Corrí y corrí hasta que llegué a la esquina y me arrime a descansar en la columna. Nunca había corrido tanto. Miré hacía atrás y parecía que los había perdido. Desbloqueé mi móvil y llamé a mamá para que pasará por mí.

-Hola mamá-respiré hondo al faltarme el aire.

—¿Aleksandra qué pasa?—la preocupación en su voz era evidente— ¿te pasó algo malo, cariño? 

Pensé por un rato si decirle o no, no quería preocupar a Anastasia.

—Alekxandra, te hice una pregunta- insistió con incomodidad—. Ya sabes que no me gusta que te quedes callada.

—Nada mamá, no pasa nada... es solo que ya salí de clases y necesito que pases por mí—expliqué pareciendo convincente.

....

Me coloqué los auriculares y desvié la vista al paisaje, la nieve caía y el frío había dejado los vidrios empañados. 

Sentí la mirada de mi madre viajar entre la carretera y en mí, buscando una respuesta de porqué la había llamado así, tan agitada y asustada. Anastasia estaba muy preocupada y muy curiosa, lo supe porque no dejaba de dedicarme miradas fugaces.

—Alekxandra.

fingí no escucharla, quería evadir cualquier pregunta.

—Alekxandra Bezborodko. 

Estaba enojada conmigo por mi falta de atención, ella sabía que la estaba evadiendo. Así que me desprendió los auriculares de un tirón.

—Auch. ¿Qué te pasa Anastasia? 

fingí que no la había escuchado anteriormente. 

Ella me dedicó una mirada asesina.

—Tendrás que decirme porqué me has llamado así, tan agitada anteriormente.

—Sólo estoy cansada.

Traté de simular un bostezo y me recosté en la ventanilla del auto.

—Espero que no haya pasado nada Alek, no quiero que te metas en problemas. Ya sabes que ese chico, el novio de Sonya, es una mala influencia para ella y también puede serlo para ti.

Comencé a escuchar la voz de Anastasia lejos, fundida en mis pensamientos me quedé dormida.

Me desperté, al sentir la mano suave de mi madre en mi hombro.

—Cariño—susurró mientras su otra mano acariciaba mi mejilla izquierda. 

—¿Qué pasa mamá?

—Pasa, que ya llegamos cariño. Recuerda que tienes una presentación de baile hoy.

Rodé los ojos.

—Mamá ya te dije que no quiero ir

deshice el cinturón de seguridad.

—Está es una grandiosa oportunidad.

—Sonrió como si quisiera asesinarme, si me negaba—. Ya sabes, y no acepto un no como respuesta.

Después de terminar de comer me recosté en la cama, todavía faltaba mucho para la presentación.

Aproveché que mamá se despertó y me encerré con llave para que no me estorbara. Pensé en lo que me había pasado y dándole vueltas al asunto decidí que no me iba asustar más, sólo estaba paranoica.

Me desperté sobresaltada al oír el sonido de la puerta. Era la voz de mi madre.

—¡Alexandra! Abre la puerta, recuerda que debes de estar lista.

Trató de hacerme entrar en razón. 

Me coloqué la almohada en mis oídos, rezando para que se rindiera y me dejará dormir en paz. A veces mamá solía ser muy estresante cuando no se hacía lo que ella decía

—Ya voy madre.

Grité desde el otro lado de la puerta.

Me levanté y fui en dirección hacia el espejo, me quedé ahí mirando mi aspecto demacrado. Al hacer mi rutina de higiene, me vestí con mi ropa abrigada, me planché el pelo e hice una coleta envuelta.

—Mamá ya estoy lista ¿podemos irnos?

  Anastasia me dedicó una sonrisa tierna, se quedó observando como si yo fuera su más grande proyecto.

—Vas hacerlo muy bien esta noche.

—Mamá sólo acabemos con esto.

Después del camino silencioso habíamos llegado al teatro, su nombre era Bolchoi. Las luces doradas se mezclaban con el color blanco y era grande, espacioso y sobre todo lujoso.

No estaba tan nerviosa, sólo era una demostración de ballet.

Cuando estábamos ya dentro, mi mamá empezó ayudarme a vestir. 

Por otro lado, esta demostración era importante porque iban a venir personas muy ricas que querían negociar y Anastasia quería que su escuela fuera reconocida, para ganar dinero.

Sonya se acercó a nosotras, estaba muy risueña. Noté que tenía el pelo hecho un desastre por un lado y por el otro estaba perfecto.

Saludó con un beso a mamá y después se sentó a mi lado.

—Pensé que no vendrías.

—Yo también pensé que no iba a venir, pero ya ves, mamá quiere controlar hasta el aire que respiro.

—Te fuiste muy deprisa, ni siquiera te despediste.

Rodé los ojos al recordar al imbécil, estúpido y engreído de Vladimir. 

—Es por ese idiota—bufé con molestia. 

—sí, lo sé.

Mi mamá puso su mirada curiosa en nosotras y yo le hice una seña para que mi amiga guardara silencio.

—Hablamos en el instituto —le propuse.

Después de estar una hora tras bambalinas me miré en el espejo, tenía un moño muy anticuado, hice una mueca de disgusto, ya que mi mamá lo había dispuesto así. El vestuario consistía en un tutú, leotardo, maya y cinta. Los colores eran oscuros. Puede decidir que no se excediera con el maquillaje, al menos eso porque mamá siempre decidía por mí y eso ya me estaba molestando mucho.

El tema de ballet era una representación del  lago de los cisnes. Un cuento de hadas- ballet estructurado en cuatro actos. Ya saben, la princesa, el príncipe y la maldición. Patético.

Mi amiga también estaba vestida igual que yo, con la diferencia de que no tenía aquél peinado horrible, tenía un peinado de media cola y el cabello de caía, le hicieron muchas hondas.

—Voy a salir a hablar—aviso mi madre—. ¿Todos están listos verdad?

—Sí maestra.

Mi madre se retiró.

—Buenas noches, para mí es todo un honor que todos ustedes estén aquí... —miré a mi amiga y ella sonrió, no entendía porqué estaba tan nerviosa, siempre había bailado sin estarlo, pero mamá me advirtió que lo hiciera bien, tal vez era porque toda la noche ella me había tenido bajo presión y cuando estaba bajo presión solía estresarme. Tragué saliva.

—Para nosotros es un honor que un hombre como usted, Emir Evliyaoglu, esté con nosotros, patrocinando ésta competencia de ballet, un fuerte aplauso.

Los aplausos resonaban en la sala del teatro.

—Evliya ¿qué?—preguntó mi amiga—. Que apellido tan raro.

Soltó una risita la cual me contagió a mí.

—Parece que es de origen árabe, ya sabes esos países raros— respondí más calmada. 

Primero salió un grupo de danza contemporánea, sus movimientos eran increíbles, sus pasos eran muy originales y tenían mucha creatividad.

Después de que terminaron de bailar el jurado les tomó la puntuación. Su puntuación la mostrarían al final de la competencia junto con el equipo ganador.

Tomé un poco de agua y empecé a respirar profundamente.

Después de que entramos al escenario me puse en posición de puntitas con las piernas cruzadas, Tayler uno de mis compañeros sería mi pareja, los demás seguirán el paso pues éramos los protagonistas. Nuestros movimientos eran profesionales, mamá era una buena maestra de ballet.

Cuando comencé a dar giros pude notar la silueta de un hombre, allá en la oscuridad. Estaba sentado en una silla cómoda y a su lado estaba el mismo hombre que había visto en el auto. Nuestras miradas se encontraron y sus ojos se clavaron en mí, me sentía muy nerviosa.

En uno de esos giros sentí como se me torció el tobillo y caí al suelo.

Detuvieron la música y mi mamá se levantó y subió al escenario.  Comencé a llorar al sentir una presión y un dolor, sentía como si quisiera desprenderse, cada vez que lo intentaba mover. El dolor se intensificaba más y se distribuía desde cada hueso y articulación.

—¿Estás bien?—preguntó ella, con una mirada de preocupación. Todos mis compañeros de baile se acercaron. Mi madre hizo un ademán con las manos para que se alejara y me dieran la oportunidad de respirar.

Apreté los dientes y con dificultad dije:

—Duele como el infierno.

Tayler, uno de mis compañeros, me ayudó a levantarme. Sonya y Anastasia me acompañaron, para ponerme en un lugar más cómodo. 

—Quédate aquí —ordenó mi madre—debo ver que dicen los jueces, estarás bien querida.

Chasqueé la lengua y Sonya me miró boquiabierta. 

—Mi madre me estresa—dije, me quité el moño, mi pelo caía por la espalda y se le habían formado pequeñas hondas.

—¿Te duele mucho?—inquirió

—Me duele como el infierno pero lo soportare. --sonreí de lado—. creo que mamá se ha excedido mucho hoy, no se va a callar si no ganamos la competencia.

A ella se le había borrado la preocupación de su rostro.

—No te preocupes, lo hicimos bien—trató de animarme.

—No, apenas pudimos dar unos pasos. La presentación no salió como en realidad tenía que salir.

Había un silencio, parecía que los jueces estaban deliberando.

¿Por qué se tardaban tanto? Sólo éramos dos grupos de danza. Y ¿Qué tenía que ver ese hombre con esto?— pensé. ¿Acaso ese  hombre nos persigue para hacernos daño? 

Esta competencia no tenía futuro, me fracturé el tobillo y todo por estar bajo presión. Al menos iba a descansar de las exigencias de Anastasia.

—Joder—maldije y empecé a comerme las uñas.

Sonya enarcó una ceja 

—¿Qué ocurre Alekxandra? —preguntó curiosa—has estado muy rara.

Negué con la cabeza aún pensativa y tensa. 

—Nada

Mi voz sonaba nerviosa. —Estoy cansada, sólo quiero que termine todo esto.

—Si que eres fuerte, de haber sido yo estuviera llorando de dolor ahora mismo—acarició mi hombro. 

—Sólo ignoró el dolor.

—Dios, buscaré hielo.

—No servirá de nada, sabes que es cuestión de ir al hospital.

Miré hacia la entrada de los camerinos y pude notar al mismo hombre que me había hablado mal en aquella carretera, se aproximaba con mamá. Aproveche para voltear y cubrí mi cara con mi pelo.

—Señora Anastasia —su voz era desagradable— señor Evliyaoglu me envió para decirle que las esperaba a las dos en esta dirección. 

Mi mamá tomó la invitación y la dirección. Giré un poco la cabeza y pude observar la sonrisa y el brillo en sus ojos. Estaba tan emocionada.

No entendía quién era ese señor, mamá no me había dicho quién era, y lo que iba hacer con la escuela de ballet. No confiaba en ese hombre, no me daba buena espina. Lo que fuera que estuviera pensando hacer mi madre, lo haría ella. Yo, por otro lado, trataría de quedarme fuera.

Tenía la rara impresión de que ella estaba planeando incluirme en sus proyectos nuevamente. 

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