Los invitados se fueron hace un rato, pero Mindy y Gideon seguían frente a su cabaña, abrazándose en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos y en la comodidad de estar juntos.
Hace mucho tiempo, Gideon cerró su corazón que estaba reservado para su compañera. No era inexperto en los placeres de la carne, pero cada mujer que pasó por sus manos lo dejó vacío. Pensó que la Diosa Luna le había negado una compañera destinada, por razones desconocidas, y renunció a encontrar a su otra mitad, pero con la aparición de Mindy todos los muros que había construido durante décadas se derrumbaron, y aquí estaba ella... brillante y acogedora, y por primera vez en su vida Gideon sentía que podía respirar con los pulmones llenos, cada aliento llenándolo con el adictivo olor a calabaza. Su calabaza. Mindy.
Mindy disfrutaba del calor de Gideon y su sólido abrazo que venía con el irresistible olor a lavanda, pero sus pensamientos estaban enfocados en las cosas que vendrían.
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