—¿Estás bien, gatita? —preguntó Damon a Talia cuando la ayudó a abrochar el cinturón de seguridad del asiento del pasajero delantero de un pequeño jet.
Talia asintió en confirmación. Tomó un respiro profundo y cerró los ojos mientras reflexionaba sobre las últimas horas.
—¿Estaba bien? Considerando lo que sucedió y lo que este día aún le tenía reservado, Talia estaba aguantando bastante bien.
Pasó la mañana en el balneario con Maya, y cuando llegó a casa, Damon estaba empacando cosas para ambos y le dio un teléfono celular nuevo.
En un ataque de celos, Damon le arrancó las bragas y le dio la sesión más salvaje que jamás había tenido, pero lo más escandaloso fue que le prohibió usar bragas.
—¿Por qué acordó eso? Talia no estaba segura. Tal vez quería demostrarle a Damon que no es débil, y que la falta de bragas no podían perturbarla, o tal vez estaba disfrutando del perverso juego donde sólo ellos dos sabían que estaba desnuda bajo ese vestido.
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