Una Pretensión

Los tacones de Arabelle chocaban con un ritmo pronunciado en el suelo de mármol, su ira no pronunciada clara en ello. Gabe, por otro lado, caminaba tranquilamente a su lado, sin mostrar ningún signo de agitación o enojo.

La puerta de la habitación del hotel se abrió de golpe, revelando una habitación adornada con pétalos de rosa, champán en hielo, y una tarjeta que decía: «¡Felicidades por tu compromiso!». La ira de Arabelle, suprimida durante la ceremonia, ahora burbujeaba a la superficie.

—¡Esto es ridículo! —escupió, su voz aguda.—. Pasó su mano por la mesa, enviando copas de champán y pétalos volando. El estruendo resonó en la habitación. Sin embargo, no fue suficiente para satisfacerla. Otro vaso voló más allá de su cara, estrellándose contra la pared con un sonido fuerte.