—¿Ya te despertaste? —preguntó Ruby con voz pastosa. Sus ojos marrones nunca estaban llenos de energía, pero tampoco eran lo suficientemente cansados como para llamarlos así. Pero esta vez, se veían tan cansados que deseaba que solo descansara por unos días.
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—El viento… —Ah, dejé la ventana abierta —murmuró ella.
No fue porque el viento fuera frío que me desperté; fue por el sonido del repentino viento fuerte. Siempre cerrábamos las ventanas antes de dormir, al menos intentábamos hacerlo, por el bien de un sueño tranquilo por mi parte.
—No hay necesidad de cerrarla ahora —dije mientras ella intentaba bajar de la cama—. Ya estoy despierto.
—¿Debería preparar un poco de té?
—Lo haré yo. Te ves cansada.
—¿Crees que te ves bien? Lo prepararé yo —dijo ella, levantándose—. Además, tu té no sabe como té.
—¿Estás poniendo en duda mi habilidad?
—Puedes pensarlo así —dijo ella.
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