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Ocupada en las responsabilidades de la princesa heredera, Oriana finalmente quedó libre a última hora de la tarde, momento en el que se dirigió a la mansión de huéspedes de Erich. Además de otros asuntos pendientes, también trabajaba en la medicina de su abuelo con la ayuda de su maestro, ya que no disponía de mucho tiempo.
Por la noche, después de discutir asuntos con Yorian, Oriana estaba lista para llamar a su maestro. Sentada dentro de su estudio, utilizó el colgante para invocar a Rosetta.
La mujer se materializó con su gracia habitual, impecablemente vestida, su rostro no mostraba sorpresa alguna por la convocatoria de su discípula.
—Saludos, maestro —Oriana se levantó y ofreció una reverente reverencia.
Reconociendo el gesto con un asentimiento, Rosetta tomó asiento, su compostura inalterable. —Parece que has completado los preparativos para enfrentarte a esa bruja.
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