"Joanna Lawrence se encontraba a unos metros de él y lo observó durante un rato, dudando un momento antes de decidirse a acercarse. El hombre, que seguía tecleando en su teléfono, parecía tener ojos en la frente porque de pronto levantó la mirada y la observó fijamente.
Al verla, los labios delgados del hombre se curvaron lentamente hacia arriba y de inmediato bloqueó su teléfono y lo guardó.
Luego, Joanna lo vio girarse, agacharse para meter la mano en el coche y sacar un gran ramo de rosas rojas ardientes de dentro.
Con el hombre elegante y guapo sosteniendo un gran ramo de rosas, acompañado por una encantadora y cautivadora sonrisa en los labios, se acercó paso a paso bajo las miradas de muchos espectadores.
Cuando estuvo cerca de ella, se detuvo, le entregó las rosas aún cubiertas de rocío y dijo de manera muy apropiada:
—Señora Joanna, pasé por una floristería y compré algunas flores para usted. Espero que le gusten.
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