Cuando Neil detuvo el auto, finalmente habían cruzado el gran pasillo que permitía la vista completa a la entrada de la mansión Zehren. En los recuerdos de Delilah la figura de la marquesa entre las oscuras sombras se recreó como si la hubiese visto nuevamente. Aunque recibió una orden de guardar silencio, se preguntó si la belleza pelirroja estaba realmente bien vagando sola en ese lugar, y sin importar cuanto deseo no pensar en ello, existía sin temor a equivocarse una relación con el hecho de que Neil hubiese aparecido poco después.
—Antes de que vayas a tu habitación, hay algo que quiero decirte.
Delilah había bajado la guardia momentáneamente, sus emociones estaban perfectamente controladas, pero su rostro se encontraba ensombrecido por un aura de cansancio. Neil dejó a la chica perderse en su silencio, pero luego de un rato le habló con un tono más serio.
—Una gran parte del territorio de la mansión perteneció alguna vez a Dorotea Ritcher, la segunda esposa de mi padre, la madre de Andrea.
Los ojos oscuros de Neil recorrieron la imagen de la mansión sin ninguna emoción clara. La historia que había detrás de esos muros parecía ser demasiado importante para él y como se podía suponer, para Andrea y su padre.
—Actualmente puede parecer una pretenciosa casa sobre una tierra inservible, pero durante muchos años fue lo que le valiera el título de marqués al astuto Zehren.
Neil no expresaba ningún sentimiento claro porque estaba hablando de las formas comunes en que muchos se hacían de sus riquezas y en ese caso no hubo una excepción.
El conjunto de tierras de este marquesado pertenecían originalmente a los plebeyos que cultivaban la tierra, gente que fue engañada e indemnizada con una ridícula cantidad a cambió de algo que valía mucho más de lo que jamás podrían imaginar.
Durante años se extrajo una gran cantidad de minerales que fueron perfectamente vendidos en la frontera cercana, un gran negocio que solo terminaría con la muerte de los marqueses.
Dorotea Rithcher era la legitima heredera de los terrenos donde se edificó la gran mansión, siendo la única en quedarse atrás, conoció a profundidad la estafa a la que fueron sometidos todos aquellos campesinos y a pesar de ello, sabía que no había nada que pudiera hacer para remediarlo, no es conocida ninguna historia en la que después de una pelea entre nobles y plebeyos resulten victoriosos estos últimos.
Dorotea entró a la mansión como sirvienta siendo ella la persona encargada de diseñar el gran jardín del que la antigua marquesa Zehren se sentía muy orgullosa y del que incluso se atribuyó el crédito.
Liam era un comerciante que gozaba de una pequeña fortuna en ese tiempo, conoció a la mujer campesina en una de sus visitas a los Zehren, y eventualmente desarrolló sentimientos que desembocaron en una gran enemistad contra los marqueses.
—Al final fue demasiado tarde cuando mi padre consiguió una posición más alta. Dorotea murió durante un trágico accidente y toda esa penumbra lo volvió un hombre bastante absurdo. Desarrolló una obsesión por recuperar estas tierras, pero los Zehren se negaron a perderla.
La repentina conclusión de Neil ante una historia lamentable fue sorpresiva e inesperada. Llamando absurdo a un hombre que había experimentado tal dolor, era en verdad despiadado, sin embargo, su expresión no era la de alguien que se estuviera burlando de las circunstancias.
En aquel punto había algo más que Neil quiso contarle, algo que poco a poco terminaría relacionándose con ella.
Lathasha detuvo el comercio y abandonó las tierras, incluida la mansión. Cada vez que se detenía a mirar cierto acuerdo que se celebró entre ella y sus padres cuando cumplió la mayoría de edad, su corazón se sentía afligido. Una niña consentida que creció dentro de una familia amorosa siempre creería que sus padres eran buenos con el mundo por el simple hecho de serlo con ella. Al final, estas tierras no deberían ser vendidas, están destinadas a pertenecer a los Zehren, sin embargo, los marqueses no esperaban que su generación enfrentara la decadencia.
—No quiero que tengas ideas extrañas, mis metas no son tan insignificantes como las de mi padre.
Neil miró a Delilah consciente de que había cosas que no se podían explicar de un momento a otro. Ella se había perdido en las habitaciones del último piso de la gran construcción, pensando que todo eso era demasiado complicado de comprender. Hasta ahora, se detuvo a pensar que aceptar ser parte de algo sobre lo que no sabía nada podría perjudicarla en el futuro, y su rostro que ya estaba palidecido por el frío, se vio afectado a un grado más alto.
—Es como si la marquesa odiara este lugar...
—Es una maldición que cobra fuerza cuando es llamada marquesa.
El joven de mirada arrogante suspiró como si hubiese dicho un chiste.
—No pienses demasiado en todo esto, mientras seas obediente, crearé un camino seguro para ti por el que puedas caminar libremente.
Esas fueron las últimas palabras de Neil de esa noche para esa chica. Un hombre que tiene el poder de confundir a las personas definitivamente era peligroso. Delilah sintió que se había vuelto el blanco de algo verdaderamente problemático.
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