El poder del Rey Elbas era imparable. El mar de llamas lo protegía de cada ataque, y sus hechizos tenían el poder de incendiar regiones enteras.
Esa era la destreza de un cultivador en la cima de los rangos heroicos. El Rey Elbas merecía su título de el más fuerte del mundo.
Noah no dejó que el miedo llenara su mente ante esa visión. Cada cultivador tenía límites, y el Rey Elbas no era una excepción. El único problema era cuánto perdería el mundo para agotar esa amenaza.
El Rey Elbas aterrizó en el suelo mientras el mar de llamas aún rodeaba su figura. La Técnica de Copia nunca había dejado de crear ejércitos de bestias mágicas, y ataques de diversas naturalezas continuaban convergiendo en su posición.
Mientras obligaran al Rey Elbas a defenderse, Noah no le importaba gastar una cantidad insana de recursos para mantener la Técnica de Copia activa.
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