—Ropa… —pronunció urgentemente, jadeando un poco—. Gideon… quítatela…
Él se retiró de sus tambaleantes dedos y la observó. Había un creciente deseo en sus ojos, pero aún estaba bajo control. Aún era el dueño de su propio cuerpo, al menos por ahora.
—No necesitas hacer esto para que me quede —le dijo, colocando los mechones sueltos de su cabello detrás de sus orejas—. Y ese simple gesto hizo que el corazón de Vera se hinchase aún más. —Ya te lo prometí y acepté tu petición de ser todo tuyo esta noche. Así que no te preocupes. No voy a irme a ninguna parte pronto. —Sus palabras eran reconfortantes para los oídos de Vera por decir lo menos y solo trajo una brillante sonrisa a su rostro.
—No estoy haciendo esto solo para que te quedes. Lo hago porque te deseo. Esto es simplemente yo deseándote mucho… —respondió en un susurro caluroso y luego intentó tirar de su ropa de nuevo—. Eres todo mío esta noche, así que escúchame y quítate esta ropa ahora mismo.
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