—Lo sé, amor. Pero por eso te tengo aquí.
Evie levantó la cabeza de golpe, con los ojos muy abiertos otra vez. Y él sonrió, besándola ligeramente en los labios mientras disfrutaba de sus expresiones.
—No te preocupes, amor. Solo confía en mí —la tranquilizó él—. Evie guardó silencio, consciente de que esas palabras solas ya la habían calmado—. Buena chica... —sonrió sensualmente—, por ahora, no pienses en ello y espera por mí. Cuando el momento sea propicio y las cosas estén preparadas, hablaremos más sobre esto de nuevo. Y lo que puedo prometerte es que no pasará mucho tiempo antes de que podamos sentarnos a hablar de esto.
Ella asintió, confiando plenamente en sus palabras y apoyó la cabeza en su pecho. —Te confío, mi esposo. Siempre. Sabes que eres a quien más confío en este mundo.
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