Las gotas de sudor rodaban por los lados de su cuello y se deslizaban hacia abajo solo para perderse entre su escote. Debería estar furiosa por esas palabras que él acababa de soltar. Aún así, ella se encontraba imaginando una escena en su cabeza otra vez. Era una visión en la que tenía sus brazos lánguidamente enroscados alrededor de su cuello y lo atraía más cerca. Todo el tiempo, ella le rogaba que la besara como si… sus labios fueran la salvación que quería... que necesitaba.
Sus ojos involuntariamente se desviaron hacia abajo y se quedaron mirando sus labios. Esos estúpidamente seductores labios eran tan tentadores que sus ojos se sentían atraídos hacia ellos sin importar cuánto intentara mirar hacia otro lugar. Su cuerpo empezaba a rebelarse contra su voluntad y antes de que se diera cuenta, sus labios también habían seguido para rebelarse. Se habían entreabierto, deseando que los malditos labios de su enemigo estuvieran presionados contra los suyos ahora.
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