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En busca de madera

Ai llega puntual. Sus toscas ropas de esclava apenas pueden disimular sus enormes pechos. Las correas con las que sujeta la plataforma para llevar madera los hacen más prominentes. Tardó unos segundos en abrir mientras la contemplo.

–Ho…hola– saluda con más timidez de la normal. 

La situación debe ser algo extraña para ella. No le respondo. La cojo de las manos y la atraigo hacia mí. La beso. Mis manos en sus nalgas las suyas sueltas al principio. Luego se cierran en mi espalda.

–Tonto… Al menos déjame quitarme esto– protesta seductora.

–Espera. Primero veamos cuantos podemos poner. Di basta.

La suelto y me pongo en su espalda. Voy sacando madera cortada supuestamente de un anillo. En realidad del Almacén. La pongo con cuidado en la plataforma. Luego le ayudo a quitársela. No sin desaprovechar para rozar sus pechos. Luego la cojo de la mano. La llevo hasta la cama. Nos sentamos los dos, mirándonos. Sé que hay cosas que quiere preguntar.

–Dime.

–¿Cómo…?– empieza, sin saber muy bien cómo expresarlo. No hace falta.

–Conseguí una técnica para ocultar el nivel en la copistería, y la estuve estudiando allí cuando tenía tiempo. También tuve suerte con algunas píldoras. Así que fui subiendo de nivel sin que nadie lo supiera– le explico, ocultando gran parte de la verdad.

–Ya veo. Ni siquiera nos los dijiste a nosotras…– me reprocha, hinchando las mejillas.

–Eso hubiera sido peligroso. Sabes que no podéis mentir. Según que pregunta os hicieran, sería peligroso.

–Ya…– suspira.

Entiende lo que quiero decir. Aunque también entiendo que no le guste que se lo ocultara.

–¿Liang…?– pregunta casi en un murmullo.

Supongo que le da miedo preguntar. Le da miedo la respuesta. Que confirme que está muerta. Quizás tenía una esperanza cuando se enteró de que ahora era estudiante. Me siento incapaz de mentirle otra vez.

–Si estuviera viva, no podría decírtelo. Así que, si quieres preguntar, hazlo cuando seas estudiante– le respondo.

Ella abre mucho los ojos, mirándome sin pestañear. Una sonrisa se le escapa. Y unas lágrimas. Supongo que lo ha entendido. Que si no hubiera esperanza, se lo hubiera dicho. Y, que así, al no haberlo confesado directamente, es más fácil escaparse en un interrogatorio. Es un riesgo. Pero no puedo seguir ocultándoselo.

–Lo… entiendo… ¿De verdad podremos cultivar?

–Eso espero. Pero habrá que esperar. Me aseguraré de ayudaros. Y no acepto un no– le digo con firmeza.

Ella me besa. Con pasión. Me tira contra la cama. Se pone sobre mí. Sin dejar mis labios durante más de un minuto. Cuando se separa, solo quedan los rastros de las lágrimas.

–Gracias…– me sonríe.

Le devuelvo la sonrisa. La atraigo hacia mí de nuevo. Nos volvemos a besar. Mis manos empieza a jugar con su túnica. A desvestirla.

–Pervertido– me acusa seductoramente.

–¿Se lo dijiste a las demás?– le pregunto.

–Claro…– afirma, apartando un momento la mirada.

–Oh. ¿Qué me ocultas?

–Na… nada– intenta negar, como una niña que ha hecho una travesura.

Me revuelvo para ponerla contra la cama. Yo encima. Mis manos en sus costados. Mis dedos pasan con suavidad. Con qi. Haciéndola estremecer. Pero no de placer.

–Ja, ja. Para. No oculto nada. Ja, Ja. ¡Para!– suplica.

–Confiesa. O te seguiré torturando con cosquillas– la amenazo.

–¡No te atrevas! Ja, ja ¡Nooo! Ja, ja, ja, ja.

Apenas aguanta medio minuto. Con sus enormes pechos temblando insinuantes. Tentadores.

–¡Vale! ¡Se lo dije después de reservar la hora!– confiesa.

–Así que te aprovechaste. ¿No se enfadaron?– le pregunto sin dejar de sonreír.

–Je, je. Un poco. ¡Pero ellas hubieran hecho lo mismo! Cuando se lo dije, disimularon. Je, je. Luego se pusieron a competir para ver quien era la próxima.

–¿Y quién ganó?

–¡No te lo digo! Lo sabrás mañana– responde traviesa.

–Oh. ¿Tengo que seguir torturándome?– la amenazo de nuevo.

–Sí, pero no con cosquillas– se insinúa descaradamente.

Sus brazos llegan a mi cuello y me atrae hacia sus labios. Nuestras lenguas se entrecruzan. Pronto, nuestras ropas están sobre la cama o en el suelo. Nuestros cuerpos el uno contra el otro. Ella sobre la cama. Sus piernas abiertas. Dobladas. Sus rodillas algo alzadas. La penetro hasta el fondo.

Sus enormes pechos se mueven con lujuria. O eso me parece. Así que me veo obligado a detenerlos. A estrujarlos. A jugar con ellos.

–¡¡¡¡Aaaaaaaahh!!!! ¡Un día los romperás! ¡¡¡¡HHHHHHAAAAAAaaaaHHHHH!!!!

–Ah. Eso sería un pena. Ah. Son tan blanditos

Sus gemidos llenan la habitación. Por suerte, no pueden oírse desde fuera. Sus voluminosos pechos son su parte más prominente. Más espectacular. Son tremendamente eróticos. Pero no por ello me olvido de su culo. De su pelo rubio. De sus fuertes piernas de esclava. De piel quemada por el sol, pero aun así hermosa. De sus labios húmedos y anhelantes.

Tiene un par de orgasmos. No puedo llevarla al límite. Aún tiene que trabajar. Sería un problema para ella. Así que la lleno al tercero. Y me quedo recostado un rato en sus pechos. A veces, mordiéndolos o chupándolas. A veces, ella quejándose.

Por primera vez, hablamos del futuro con esperanza. Quizás es la primera vez que se permite soñar. Que veo ese brillo en sus ojos marrones. Me dan ganas de volverla a follar. De morder sus pechos. Pero tiene que llevarse la madera. Así que la ayudo a ponerse el transporte en la espalda.

–Hasta pronto– me despido.

Ella se gira. Me besa. Y me sonríe.

–Hasta pronto.

Me la quedo mirando mientras se aleja.

—————

Estoy un buen rato practicando. Hubiera querido traerme a alguna de las chicas. Hablar. O jugar. O follar. Pero me lo han prohibido. Ni siquiera a Rayitas o Terror. He estado con todas a la hora de comer. Se han reído bastante cuando se han enterado de la relación del novio de Fen Huan y su amigo.

También me han llamado "blando" por mi no-confesión a Ai. No había reproche en sus miradas. Aunque algo de preocupación.

Luego me han exigido que practique. No puedo desobedecerlas sin consecuencias. Pero eso no significa que no pueda hacerlo a mi manera.

Necesito practicar "Corriente de qi" de forma que lo haga sin pensar. A pesar de distracciones. Así que me impongo una distracción. Tengo a Rui y Ning haciéndome una felación. Está costándome concentrarme más de lo que creía. Y ellas lo hacen con ganas. Tentándome. Usando sus lenguas sobre las partes más sensibles.

Luego me acuesto y me follan un rato cada una. Uso qi con ellas y con el bastón. Con ellas es fácil. Con el bastón a veces me despisto. No sé si es el mejor entrenamiento. Pero es muy erótico. Muy estimulante. Muy placentero. Y, al final, no puedo resistirlo más.

Me incorporo y empujo a Rui contra la cama. Follándomela violentamente. 

–¡¡¡Aaaaah!!! ¡Amooo! ¡¡¡HHHHAAaaaaaaaHHHH!!! ¡Más! ¡¡¡¡AAAAAAAAaaaaaaaAAAAHH!!!!

Está claro que le gusta que la penetre hasta el fondo una y otra vez. Que ocupe su vagina. Que empuje en ella con fuerza. Que agarre sus pechos y los oprima. Que les de forma.

Ning mira desde el lado. Casi sin pestañear. Mojada. Tocándose. Excitada. Expectante. Así que, cuando acabo con Rui, la pongo bocabajo. Su cabeza contra una almohada. La agarro del culo para penetrarla sin piedad. Algo que, sin duda, disfruta. Si fuera por ella, la estaría follando todo el día. A veces dudo de que sea una buena idea ponerla de ayudante de Wan.

Con las dos postradas en la cama, llamo a Bronceada. Las mira. Me mira a mí. Le dejo la ropa puesta. Ahora la lleva a menudo. Quiere que conserve sus líneas de bronceado. El contraste de ambas zonas. Es muy sexy.

La follo de lado. Su pierna alzada. A la que me agarro para empujar en ella. Gime. Se deja follar. Obediente. Sin poner resistencia. Me sigue teniendo miedo. Pero también es más leal que Rong. Aunque mucho menos que Rui y Ning.

Lleva un top que está subido para mostrar sus pechos, más blancos que sus brazos. Caen hacia el lado. Rebotan a cada embestida. Resultaba excitante violarla. Someterla. Pero la prefiero así. Que disfrute cuando la follo. Cuando se corre. Cuando la lleno. Sentir que es mía. Aunque no del todo. Aún.

Luego las devuelvo y vuelvo a practicar. He recuperado qi. Y no quiero que me regañen demasiado. Me han amenazado con hacerme un examen. Sé que se preocupan por mí. Es normal. Ahora no tengo ya una especial motivación. Ya me está bien estar así. Con ellas. Libre.

—————

Me han dicho que las llamara a todas. Había algo que hablar. En realidad, era un trampa.

–Ayer nos llamaste una a una. Estuviste muy crecido. Es hora de ponerte en tu sitio– amenaza Song.

–Ya es hora de que aprendas– sigue Yi.

–Me temo que es imposible– ríe Liang.

–¡Sería un problema si lo hiciera!– exclama Shi.

Todas se ríen de mí. Yo estoy inmovilizado. Ellas me cabalgan una tras otra.

Yu de cara. Pegada a mí. Besándome. Sin separarse ni un momento. Ignorando a su hermana.

Yi de espaldas. Cogida a mis rodillas que me ha obligado a doblar. Moviéndose apasionada. Casi salvaje.

Song de lado. Mostrándome sus dos pechos botando. Su pelo hoy suelto flotando cada vez que baja.

Lang de espaldas, alzada. Sin querer mirarme. Pero muy intensa.

Liang de frente. Inclinada hacia atrás. Sus manos apoyadas a la cama por detrás. Mirándome seductora. Apasionada.

Shi me hace poner de pie. Contra la pared. Ella frente a mí. Una de sus piernas contra la pared. Moviéndose. A veces besándome. A veces me deja jugar con sus pequeños pechos. Con sus labios. Con su lengua.

Wan indecisa. Se pone sobre mí. Como Yu. Con todo su peso sobre mí. Con todo su cuerpo frotando contra el mío. Algo torpe al principio. Luego excitada. Lasciva. Avergonzada cuando acaba. Cuando se da cuenta de lo que ha hecho frente a todas.

Aunque se excitó más cuando le di acceso a una parte del "Almacén". Una de las nuevas funciones. Ahora tiene todas las hierbas a su alcance y bien preservadas. El resto de las chicas también tienen su espacio, pero apenas han puesto unas pocas cosas. También se excita cuando le hablo del mercado. Se deprime un poco por los precios. La animamos. Y estamos un rato discutiendo como ganar más puntos.

Las gemelas pueden ayudar por sí mismas, pero su nivel oficial es bajo. No podrán coger misiones altas. Y es peligroso para ellas salir solas. Las están vigilando.

Una de las opciones que no se me había ocurrido es vender leche materna. Había un puesto en el mercado. Y tiene gran demanda en la ciudad. Y fuera de ella.

Algunas cultivadoras dan a luz. Y siguen ordeñándose. O algunas esclavas con cultivación. La leche lleva parte de su qi. Eso perjudica un poco a su progreso. Pero las ayuda a obtener recursos.

El motivo de la demanda es que no hay mucha. Y que los ricos la quieren para sus hijos. La leche con qi los ayuda a subir de nivel de bebés. Es sabido que una cultivadora que amamante a su hijo lo puede subir fácilmente varias etapas de Génesis. Y se dice que aumenta el potencial.

Lo importante es que, cuanto más nivel, más cara es. Así que podría ser interesante comprar una esclava que aún de leche y ordeñarla todos los días. En unos meses, la subiría bastante de nivel y podría lograr mucho dinero.

El problema está en encontrar la esclava. Y que hace falta algo de tiempo para desarrollarla. Y que, ahora mismo, nos falta dinero.

La otra opción sería en prostituir a Ning. Rong y Bronceada no son opciones, podrían rebelarse. Y a Rui soy reacio a usarla así. Es una pervertida, pero solo conmigo. Quizás me he vuelto algo posesivo con ella. Ning seguramente estará encantada. De todas formas, me aseguraré. Es totalmente leal, pero no puedo arriesgarme a que deje de serlo.

De todas formas, tampoco podemos hacerlo ahora. Podrían reconocerla. Tendría que cambiarle la cara. También el color del pelo, es poco común. ¿Quizás el cuerpo? Creo que lo hablaré con ella. Aunque sea mi esclava, no quiero arriesgarme a perder su lealtad. Tampoco cuesta tanto escuchar su opinión. Aunque siempre esté en celo.

También sería interesante comprar mejores armas para todas. Las que tienen ahora no están mal, para el reino de Génesis. Pero serán insuficientes cuando suban de nivel.

No sé como podría justificar obtenerlas en la secta. Excepto las gemelas, claro. Que también podrían conseguir algunas dagas extras. Aunque las armas del mercado no son de gran calidad, son aceptables. Y hay hasta Cuerpo.

Es evidente que necesito muchos puntos. Pero también que no me hacen falta píldoras como a otros. Podría venderlas en el mercado. Pero prefiero guardarlas para las esclavas. Por desgracia, no puedo cultivarlas sin levantar sospechas. Al menos, necesito excusas.

Como sea, tenemos tiempo. No tenemos ninguna prisa. Por ahora, podemos disfrutar de lo que tenemos. En estos momentos, los pechos de Song.

–¡Ah! ¡Es hora de dormir! ¡Deja de jugar con mi pezón!– protesta, mientras me agarra el cabello.

Me río. Me pellizca. Me besa. Se acomoda en mi pecho. Me coge las manos para "que me esté quieto". Sus dedos entrelazados con los míos. Mañana la subiré a nueve. Y debería intentar curarla. Estoy un poco nervioso. Me da miedo fallarle. Creo que los dos estamos nerviosos. Pero, al final, de alguna forma, acabo durmiéndome. Perdiéndome en el tacto suave de su preciosa piel pecosa. De su suave pelo zanahoria. En su delicioso aroma.

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