Todas las personas quedaron subyugadas bajo el mando de Ethan Smith.
Ethan Smith echó un vistazo a la multitud, su rostro lleno de una majestuosidad indescriptible.
Sin darse cuenta, Ethan Smith ya no era el debilucho que necesitaba protección para crecer.
En estos días, se parecía más a un gobernante, enfrentando con calma a los artistas marciales leales a él, exudando una calma y compostura indescriptibles.
La atmósfera opresiva que emanaba de su cuerpo dificultaba que la gente levantara la cabeza.
Ethan Smith miró a su alrededor y dijo:
—A partir de hoy, todos ustedes son miembros de la Puerta del Cielo, y la Puerta del Cielo se convertirá en la secta número uno en el mundo, o incluso en la primera secta bajo los cielos.
Su voz no era fuerte, pero sonaba tan alta como un trueno, haciendo que todos temblasen.
—Ya que pertenecen a la Puerta del Cielo, deben acatar las reglas, emitiré las regulaciones pertinentes en unos días —dijo solemnemente Ethan Smith.
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