La aparición de Ye Chen aquí fue sin lugar a dudas un rayo caído del cielo.
El Palacio Xuemei había existido durante tantos años, ¡pero nunca había habido un objetivo de asesinato que hubiera llegado a su cuartel general por su propia voluntad!
¿Podría ser que este tipo estuviera cansado de vivir?
El grupo se inquietó mientras las olas de intención de matar se centraban en Ye Chen.
Lu Hanshuang finalmente volvió en sí, y un rastro de impotencia apareció en sus ojos. Ya había hecho todo lo posible para advertir a Ye Chen antes, pero este tipo aún había aparecido aquí.
Creía que la petición de Ye Chen sobre la ubicación del cuartel general del Palacio Xuemei había sido solo fanfarronería, pero parecía que este tipo era un idiota terco.
—Suspiro...
Lu Hanshuang suspiró internamente. Ella había visto a Ye Chen ascender en la provincia de Jiangnan, así que sintió un poco de arrepentimiento al tener que verlo morir hoy.
Su padre, Lu Lingfeng, sentía lo mismo.
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