—Está bien, si tú lo dices —finalmente accedió Aria—. Sabrina soltó un aliento que no sabía que estaba aguantando.
Mantener un secreto era más difícil de lo que pensaba. Unos minutos más tarde, Giselle bajó las escaleras. Su cara estaba cubierta con suficiente maquillaje para ocultar toda la tristeza de antes.
A Robert le alegró que ella cuidara tanto de su apariencia. Su aspecto matutino le había perturbado bastante.
—Te ves fantástica —dijo Robert y fue a coger su bolso antes de sacarla de la casa tomándola de la mano. Giselle se quedó shockeada al ver que él cogió su bolso y empezó a preguntarse qué estaba pasando.
¿Robert le estaba dando el amor que siempre anhelaba después de que ella se hubiera quedado embarazada de otro hombre? Giselle sintió amargura en su boca.
Aria sólo podía temer por el pobre corazón de su hija, sabiendo que volvería a llorar aún más fuerte.
Llamó a Sabrina por teléfono de nuevo. —¿Puede dejar de ser tan amable con ella? Sólo se sentirá culpable.
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