—¡No podrás derrotarlo por tu cuenta! —La Anciana Rosa casi gritó a Iris cuando se dio cuenta de lo que estaba a punto de hacer.
—¡Lárgate! —Iris le espetó. Su brazo le dolía mucho, por lo que tuvo que hacer un gran esfuerzo para empujar a la Anciana Rosa lejos de ella. Solo consiguió agravar aún más sus heridas.
Sin embargo, debido a la herida en su brazo, no pudo darse cuenta del dolor en su muslo. El dolor no duró mucho, solo fue una punzada al menos.
—¡Necesitas atender tus heridas primero! —La Anciana Rosa seguía intentando alejar a Iris del peligro. Tenía muchas preguntas que quería hacer. Incluso si tenía que morir en esta guerra, no le importaría siempre y cuando obtuviera la respuesta que buscaba. —¡Ven conmigo!
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