A través de sus claros ojos, los recuerdos de su vida pasaban rápidamente mientras miraba al joven frente a él con calma. Hace setenta años, el mundo no era tan bondadoso como lo es hoy. No tenía tanta suerte como Naomi o Mateo y los demás. Sólo Israfel conocía las torturas mentales, físicas y espirituales que vivió durante más de 30 años. Sólo había una cosa, una entidad que lo mantenía cuerdo y lo animaba a levantarse para vivir el nuevo día. Nadie le creyó cuando dijo que Dios apareció en sus sueños, ni siquiera los más altos miembros de la Iglesia Santa. Pero no estaba mintiendo. No era fácil cambiar los pensamientos de alguien que ya había vivido el 80-90% de su vida. Incluso si desde un punto de vista evolutivo Israfel podría ser considerado un joven recién comenzando, desde su punto de vista mental era un anciano que con suerte podría haber vivido otros 10 años antes de pasar a la historia.
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