—Sunny cerró la ilusión. El dojo subterráneo estaba en silencio y sumergido en la oscuridad, casi como el vacío insondable de su alma.
Saliendo de la cápsula de Dreamscape, la miró y luego caminó hacia el centro del pasillo. Allí, se sentó en las frías placas de cerámica del suelo, cruzó las piernas y cerró los ojos.
—En el mundo ilusorio creado por la voluntad de un excéntrico Santo, el torneo estaba llegando a su fin. Había espectáculos, festividades y elogios que se daban a los ganadores. Pero a él no le importaba.
Tampoco le importaba la leyenda de Mestizo. Sunny no tenía dudas de que su inexplicable negativa al premio final y su desafiante reto habían creado bastante revuelo. ¿La gente estaba elogiando a Mestizo por su determinación y ambición? ¿O se burlaban de su derrota y lo llamaban tonto? En cualquier caso, la red debía estar hirviendo en ese momento.
—Sunny no tenía tiempo para preocuparse por ello.
Tenía preocupaciones mucho más importantes.
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