—Dime... ¿cuánto tiempo llevas observando a mi esposo? —Keeley preguntó casualmente.
Graydon se sorprendió de cuánto ella había descubierto. O, más exactamente, cuánto había descubierto Aaron. No esperaba que él mantuviera a su esposa al tanto de lo que estaba sucediendo en su vida, ya que parecía muy sobreprotector.
—Un tiempo —admitió.
Para responder a su pregunta correctamente, había estado vigilando a Aaron desde que aprendió a hackear con su compañera de cuarto en el MIT. Aaron tenía unos trece años en ese momento y Graydon se había sentido muy decepcionado por lo que encontró. Un algoritmo empresarial sin alma. Altamente realizado pero sin un solo rastro de individualidad. Alistair había creado con éxito una versión en miniatura de sí mismo.
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