Nieve corría a la mayor velocidad que probablemente podía.
—Asegúrate de agarrarte fuerte, Alicia —dijo Nieve.
—Mmm... —asentí.
Me agarré a su pelaje con todas mis fuerzas. Nieve estaba atravesando las calles de Tarmac como si conociera bien el lugar. Creo que había estado navegando por estas calles en su forma de gato desde que llegamos.
Miré hacia arriba y vi a los guivernos volando.
—¡Nieve, ahí están! —señalé.
—Sí, lo sé —respondió Nieve.
Nieve usó los edificios de los alrededores como escalones y subió rápidamente. Ahora estábamos viajando por los tejados.
Me conjuré un arco y flecha de hielo. Según tengo entendido, si enfoco mi poder mágico en un arma, entonces puedo al menos atravesar la dura piel de los guivernos. Disparé una flecha y golpeé a un guiverno volador en su ala. Cayó a la calle al instante. Los otros guivernos nos vieron persiguiéndolos.
—Bueno, eso llamó su atención —dijo Nieve.
—¡Raymond se está escapando! —señalé.
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