Salí apresuradamente de la oficina del conde. Debo prepararme para la defensa de la ciudad.
—¡Su majestad! —Arnold llamó mi atención. Miré a mi alrededor y lo vi siguiéndome desde atrás—. Permítame ayudar a su majestad. También puedo pelear.
—Joven señor Arnold, ¿está seguro de esto? —pregunté.
—Soy un buen luchador, su majestad. —Arnold respondió—. Puedo ser de ayuda.
—Pelear con estas criaturas es diferente de lo que has aprendido en la academia, Arnold. —Dije—. Estas criaturas son de los tiempos antiguos y fueron las que el Todopoderoso había combatido y purgado.
—Arnold, escucha a su majestad. —Dijo la condesa Elena—. Ella dijo que estas criaturas son peligrosas. Nunca has experimentado luchar con tu vida en juego. —Dijo con un tono preocupado.
—Pero no puedo quedarme quieto y ver a nuestra gente y la ciudad en peligro. —Dijo Arnold a su madre—. Entiendo el peligro, su majestad. Y estoy dispuesto a arriesgar mi vida para luchar. —Arnold me respondió.
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