Jasper detuvo el coche en seco y se volvió hacia Ella, su cara contorsionada por la frustración. No tenía la respuesta a su pregunta, y su reiterada insistencia solo servía para aumentar su ira.
—¿De verdad quieres saber por qué te salvé? —preguntó, su voz teñida de molestia—. Deja que te recuerde algo. ¿Recuerdas cómo me suplicaste que te dejara trabajar para mí? Estabas desesperada por un lugar seguro para vivir, comida para comer y protección. Y te proporcioné todo eso. Asumí la responsabilidad de tu seguridad, y es mi deber asegurarme de que no les pase nada a los que están bajo mi cuidado.
Los nudillos de Jasper se pusieron blancos contra el volante y su mandíbula se tensó fuertemente. Su frustración era evidente; las líneas tensas en su cara delataban una mezcla de irritación y algo más que ella no podía descifrar.
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