Cristóbal intentó ignorar ese pensamiento persistente, recordándose a sí mismo que no debía hacer suposiciones sin pruebas. Pero la vista de ella parada allí, aparentemente perturbada por la noticia, lo inquietó.
Rompiendo el tenso silencio, él forzó una sonrisa y habló, tratando de dejar a un lado las dudas persistentes. —Estás despierta —dijo suavemente.
—Sí, um... —La respuesta de Abigail fue un poco vacilante, sus palabras tropezando entre sí—. Te estuve buscando. Cuando no te encontré en la habitación, bajé aquí.
Ella desvió la mirada hacia el informe de noticias que se reproducía en la televisión. —Esta noticia. Uh… Sr. Harper… ¿No es el mismo hombre... quiero decir, tu rival? ¡El hombre que intentó arrebatar el trato del terreno de tus manos!
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