—Buenos días, dulce esposa.
Luciano. Mi esposo. Su cabello tan oscuro como siempre y su sonrisa, más brillante que el sol. Me miró con esos ojos dorados llenos de amor.
—¿Dónde has estado? Te he estado esperando.
—Siempre estoy contigo, donde quiera que estés —sonrió acariciando mi mejilla con el dorso de su mano.
Me apoyé en él, rodeando su cintura con mis brazos, pero solo agarré el aire. Se había ido, así de fácil.
—¿Luciano? —llamé con cuidado, el miedo se apoderaba de mi pecho.
—¿Luciano, dónde estás? ¿Luciano? ¿Luciano?!
—¿No lo entiendes? Luciano está muerto. ¡Está muerto!
Abrí los ojos de golpe. Pierre estaba encima de mí, mirándome con fastidio.
—Lu...ciano.. —intenté levantarme, pero mi cuerpo no lo permitió.
Pierre puso su mano en mi hombro y me empujó suavemente hacia abajo.
—No te agotes, permíteme cuidarte ahora —dijo amablemente, pero esa sonrisa agradable suya era perturbadora.
สนับสนุนนักเขียนและนักแปลคนโปรดของคุณใน webnovel.com