Brinja acababa de repetir las palabras de Deirus de una manera mucho menos sutil y utilizó la bofetada para alterar el significado de sus palabras a su conveniencia.
—Niña tonta. —Jirni maldijo interiormente mientras Deirus se regodeaba. —No hay forma de que un truco tan simple funcione.
Sin embargo, sí lo había.
Ninguno de ellos sabía que Mirim había sido la amiga más cercana de Sylpha durante más de treinta años, su compañera de academia querida, su ayudante más cercana, su confidente y hombro en el que llorar durante sus momentos más difíciles.
Sylpha amaba a la difunta Marquesa como a una hermana y a Brinja como a una hija. La Reina había pasado toda su vida ocultando sus sentimientos, pero eso no los hacía menos intensos. Había ocultado su dolor y su ira todo el tiempo porque su papel lo exigía.
Ahora, sin embargo, Deirus había escupido sobre el cadáver de Mirim y amenazado a su hija justo frente a la Reina afligida.
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