Rex mostró una radiante sonrisa a la anciana.
—Yo–
—¡Rex Lu, qué estás haciendo?!— El CEO rugió.
—Hai, no grites, puedo ver cómo se te hinchan las venas. Tienes que darme tus acciones voluntariamente antes de que mueras, ¿entiendes? —miró fijamente al CEO.
—¡Sigue soñando! —Tronó el Sr. Wilson.
—Como quieras —dijo Rex antes de coger su teléfono para hacer una llamada.—Entra —instruyó.
Unos segundos después, la puerta fue empujada de nuevo. Esta vez, el abogado Spid entró perezosamente con su equipo de dos personas, un joven y una dama.
—Joven Maestro Rex, ¿por qué crees que puedes mandarme? —dijo, sintiéndose aburrido.
—No te mandé, ¿verdad? Solo pedí ayuda a mi cuñada —Rex sonrió.
El abogado Spid suspiró. —¿Qué quieres de mí? Soy una persona ocupada.
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