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Capítulo 4: El Nombre de Aeryn

Mientras Lissara descansaba junto a su bebé, Valarion despedía a los sanadores que los habían asistido durante el parto. Horas después, la pareja se encontraba sentada, reflexionando sobre cómo nombrar a su pequeño.

Valarion: ¿Qué te parece el nombre Aeryn, amor? Creo que le queda bien y suena bastante noble.

Lissara: Sí, me gusta. Es un nombre hermoso y tiene un toque de misterio. Además, resalta su belleza de una manera única.

Ambos se quedaron observando detenidamente al bebé, admirando su delicadeza y las peculiares orejas puntiagudas que sobresalían. Al notar ese detalle, intercambiaron una mirada de mutua comprensión y decidieron simplemente ignorarlo, creyendo que realzaba su belleza y le otorgaba un aire de peculiaridad.

Mientras tanto, Aeryn despertó y sus padres notaron sus característicos ojos violeta, una marca distintiva del pueblo valyrio. Sin embargo, se sorprendieron al notar una diferencia extraña pero encantadora: los ojos de Aeryn eran de un violeta claro, puro, brillante y cristalino, como una piedra preciosa imbuida de poderosa magia. Era un color que solo poseían las familias nobles de los Señores Dragón.

Desde la perspectiva de Aeryn, después de un agotador nacimiento y una pequeña siesta, finalmente pudo observar su entorno y a las personas que lo rodeaban, asumiendo que eran sus padres en este nuevo mundo. Se sentía extasiado al ver sus rasgos característicos del pueblo de Valyria. Sin embargo, de repente, una pregunta surgió en su mente: al nacer, con su agotamiento, pudo notar que las personas que habían ayudado a su madre durante el parto también tenían rasgos valyrios, aunque no se había fijado en sus rostros. ¿Dónde se suponía que estaba y en qué época?

Aeryn se encontraba alerta y nervioso, tanto que de manera incontrolable ensució su pañal de tela, reflejando su desconcierto y agitación.

Aeryn, impactado por haber ensuciado sus pañales de forma incontrolable, se sintió avergonzado y deseó desmayarse en ese mismo instante. Sin embargo, notó que sus padres le sonreían juguetonamente al escuchar el sonido característico de los pañales sucios. Los escuchó hablar entre ellos, pero no lograba entender lo que decían, lo que lo dejó resignado y aceptando su situación, convenciéndose a sí mismo de que sería temporal.

En ese momento, su padre lo levantó en brazos y lo llevó hacia una palangana llena de agua, mientras le decía que él era su padre y que haría su deber de cuidarlo como tal. Aeryn, aunque confundido y sin comprender completamente las palabras, pudo percibir el amor y la dedicación en la voz de su padre, lo que le brindó cierta tranquilidad en medio de su confusión.

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