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8: CRÍAS DE CANGURO

Mientras tanto, en el salón, la abuela Susan veía sonriente desde su puesto de anfitriona a sus invitados. Aunque, había una duda más que debía tratar.

— no tendremos problemas con lo que pasó esta semana, ¿no? — preguntó Susan a Alison, sentada a su lado. Ella negó enseguida acompañada de una suave sonrisa mientras se acomodaba en el asiento para verla directamente — que bueno, estaba preocupada que algo le pase a Cornelia.

— En verdad lamento lo que pasó con Arthur y Theo, pero desde ahora estamos programando mejoras — aclaró la mujer al tomar un sorbo del vino — y sobre el asunto académico, después de exámenes los profesores se encargan de las notas.

Gabriella, se había mantenido callada durante la corta conversación, tenía intención de hablar pero fue detenida por el zumbido de un celular.

Enseguida volteó la mirada, hacia su esposo un poco apenado por la llamada inoportuna. 

— perdón, la clínica — a largo matias al apagar su celular junto a una incómoda sonrisa nerviosa. Mientras Gabriella volteaba de reojo molesta a su comida.

— ¿Por cierto, la escuela aún recibe inversiones? quisiera entregar un poco de dinero para la beca perla — interrumpió la abuela Susan.

— si, estaré encantada de recibir su ayuda. Más bien, este año vamos a unir ambas ferias. Amelia, ¿tienes tiempo para ayudarme con la música? — cuestionó la directora con su mirada sobre la pelirroja. Quien aun masticando sonrió y asintio.

— oh, siempre tan sensible cuando se trata de las artes — habló Javier al acariciar el cuello de su esposa — aunque tal vez, la famosa actriz, quiera ayudar.

— Me encantaría. Pero ya sabes como pueden ser algunos estudiantes. Hace un mes, una estudiante, trató de entrar a nuestra casa solo por un autógrafo — explicó Gabriella y llevó hacia atrás su cabello.

— Qué pena, ¿y tu Victoria? ¿no estás interesada? — preguntó la anciana hacia su nuera.

— me halaga, pero con el negocio de mis padres, estoy muy ocupada — persuadió rápido — Aunque, podría mandar algunos postres para los profesores.

— Me encantaría, por un último gran año para nuestros hijos — comentó Alison con su copa alzada.

En poco tiempo, la sala se inundó en una conversación amena y varios brindis entre todos. Sin darse cuenta que eran vistos por sus hijos en medio de la terraza.

«¿ Algún día me convertiré en un monstruo como ella?» era una típica pregunta que pasaba por la mente de Aidan. Varias veces temía ser el único en pensar sobre eso, pero por suerte tenía sus propios métodos para saberlo.

— ¡JA!, sin duda ni las crías se pierden la malicia — murmuró Aidan, siendo solo audible para Theo. Quien bajó la cabeza hacia otro lado.

No quería hablar con ese chico, ni siquiera quería verlo.

Sin embargo, un zumbido lo sobresaltó y obligó a revisar su celular, siendo lo primero en leer.

« Él tiene razón. 

Las crías de canguros siguen sus pasos sin pensar, solo escuchando obligaciones e insultos, seguirán encerrados como esclavos.»

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Después de ese jueves, los siete adolescentes vieron algo más sorprendente que los extraños mensajes.

Theo te agrego al grupo :-/

nos vemos AHÍ después de clases — enviado por Theo al grupo :-/ a las 9 am

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Los días pasaron rápido en el fin de semana y tal como la directora dijo, hizo un nuevo grupo de seguridad. Se veían muy confiados caminando por el colegio en plena noche y hasta en las cámaras de seguridad. Sin embargo, un día con densa neblina a unas horas antes de la clase del lunes. Pitidos se escuchaban en el lugar, pisadas de zapatos eran fuertes y gritos buscaban a un sospechoso.

— ¡Oye! ¡DETENTE! — gritó un hombre de seguridad al correr detrás de un enmascarado con una mochila.

Lo había seguido desde la fiesta y desorden que hizo en la sala de profesores, esperaba detenerlo. No era tan viejo como sus demás compañeros, pero ni siquiera podía alcanzarlo.

Estaba muy cerca a las rejas de los clubes deportivos, estaba seguro que lo iba a atrapar, pero en el momento que lo pudo ver frente a frente, una rafaga de frío congeló su sangre. Era un adulto, el buzo deportivo negro estorbaba de su contextura atltetica y su sola prescencia erizaba sus sentidos.

— O, oye … — balbuceo el oficial — se, será mejor que te detengas.

— Oh … 

Era tenue, casi audible.

El policía estaba quieto, respirando con fuerza ante esa persona indomable que agacho su cuerpo preparado para correr. Y así fue, en el momento que dio el primer brinco hacia él, el policía cubrió su cuerpo.

Su brazos encerraban su rostro y su torso volteaba con cada paso del desconocido. Hasta que sintió una mano empujar su cuerpo hacia abajo, aquel hombre lo usó como apoyo, acabando arrodillado en los últimos segundos antes de poder ver al criminal abandonar la escuela al escalar por las rejas y desaparecer en la oscuridad.

El policía, aún arrodillado y con la respiración agitada, observó impotente cómo el enmascarado desaparecía en la penumbra.

— me van a despedir — soltó.

— Oye — se escuchó de su comunicador — ese tipo dejó una camiseta de fútbol ¿Quién es Davila?

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Pasaron un par de horas, al mismo tiempo que solo los equipos deportivos estaban dentro del colegio, en la oficina de la directora. La mujer, junto a Bruno y sus padres, veían las cámaras de seguridad, una persona encapuchada en la sala de profesores destruyendo el lugar.

Era como un show de un circo, aquella persona dibujo en las paredes con una lata de aerosol amarilla, con un cuchillo rasgó las mesas y por último, una lata de confeti ensucio el suelo, mientras volteaba a la única cámara. Mostró su dedo medio como el final de la presentación de magia antes de un corte en las cámaras.

— y después de eso, dejo caer esto — dijo Alison al dejar en su mesa, la camiseta del chico — estoy segura que Bruno no tiene razón para atacar a la escuela. Pero, por desgracia debemos asegurarnos de todo. 

— pero mi hijo nunca haría eso — argumentó la madre.

— Y estoy segura. Pero — alargo Alison con cierta pena, cuando les mostró una hoja a ellos — la verdad, el equipo de seguridad es liderado por un padre. Pidió que sacaramos a Bruno del colegio.

En ese momento, los padres intercambiaron miradas.

— por ahora, Bruno tendrá que pasar por la oficina del consejero Nicolas — agregó Alison.

— Bruno irá — intervino su padre, sorprendiendo a su hijo, quien bajó la cabeza.

Después de una larga conversación, ambos padres ni siquiera podían volver a verse. 

— A veces me preocupa que hayamos dejado que Bruno estudie aquí — susurró la madre, mientras caminaba a lado de su esposo en dirección al pequeño estacionamiento de la escuela.

— Solo un año más — dijo el hombre al abrazar el hombro de la mujer, ambos con una vaga expresión triste — pero si se pone peor, sabemos que hacer.

Después de eso, varios estudiantes volteaban a ver a Bruno, se escuchaban bromas y nuevos rumores florecían antes del primer receso. él intentó esconderse, aunque no fuera sencillo.

Por otro lado, Kayle leía plácidamente su pequeño libro en una de las mesas de la biblioteca, pensando en todo el asunto del fantasma, desde su enfermiza motivación por molestarlos y destruir la escuela.

Sin duda debía ser alguien que conocía el lugar o que pudiera ingresar sin problemas. Era alguien de la escuela.

— ¿Qué haces aquí? psycho — escucho, interrumpiendo en sus pensamientos, la trigueña volteo a Jessica y Lucia, ambas a quienes les debía una venganza — Eres valiente para regresar después de lo que hiciste en la página de la escuela.

— Lo sé, soy fuerte — bromeó ella.

— No está la señora amparo. deberia golpearte por ser tan molesta — amenazó jessica en un tonto intento de acercarse cuando lucia la detuvo.

— ¿No será malo para tu reputación golpear a una becada? — soltó enseguida kayle cuando se levantó, sin dejar su confianza impenetrable.

— ¿Y eso? ¿Estás celosa que yo no necesito la caridad de otros? — cuestiono con sorna, sin darse cuenta de la mirada aburrida de su amiga.

— ¿De tí? ¿Enserio? — bufo kayle, cambiando el peso de su pierna, acompañada de una pequeña sonrisa ladina al verla de arriba a abajo. 

Jessica simplemente no aguantaba sus ganas de golpearla, se acercó rápido, alzó su mano lo suficiente para alcanzar su mejilla, pero no pudo avanzar cuando un grito la detuvo.

— ¡Jessica! — se escuchó de un chico desde la puerta de la biblioteca — Luis está en problemas.

— Luis, ¿tu hermano? — susurró Lucia, siguiendo a su amiga.

Las dos, como la mayoría de los adolescentes en la biblioteca terminaron en el patio secundario, mientras una lluvia de papeles de colores aterrizaron a su alrededor.

Varios aprovecharon ese hermoso momento para tomar videos. Mientras tanto, entre los pasadizos de la torre, en el tercer piso Theo y Esteban leían cada uno, uno de esos papeles. 

°"El club deportivo solo es una fachada de ignorantes ilusionados por poder, ¿que más se puede esperar de esta escuela que usa a su caridad como experimentos de ratas?".

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